Hace 11 años | Por opcional a yorokobu.es
Publicado hace 11 años por opcional a yorokobu.es

Cuentan que sus clases eran tan fascinantes que otros profesores de su universidad se colaban en ellas entre los alumnos. Parapetado detrás de una linterna mágica, una especie de proyector del tamaño de una mesa de escritorio, Jesse Earl Hyde mostraba imágenes de un hombre sentado en las gigantescas fauces de un tiburón, de mujeres con falda escalando temibles paredes verticales, del valle del Nilo desde la cúspide de la gran pirámide de Guiza o de los orgullosos excavadores de la cueva cántabra de El Castillo.

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