Los ciclistas terminaron de cenar y se fueron levantando de las mesas. Quedó uno solo: Vicente Trueba, que rebañaba los restos del plato. Cuando pasó la camarera, le pidió el postre: jamón, huevos fritos y otro filete. Y más pan, por favor. José Bobillo, un federativo cántabro, asistió a la escena y pensó que Trueba se iba a gastar todo su dinero antes de terminar el Tour de Francia si seguía comiendo tanto. El ciclista de Torrelavega se había ganado ya un cierto prestigio en el Tour de 1930, y consiguió que en 1932 la organización le pagara...
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"Trueba parecía un jilguero: medía 1,58 m y pesaba poco más de cincuenta kilos. Era un tipo duro. Sus primeros entrenamientos consistieron en pedalear hasta el establo que tenía su familia en la montaña, para ordeñar las vacas. Luego empezó a ganar carreras regionales, salió al País Vasco a enfrentarse con los mejores profesionales de la época, y después de ganarles regresaba en bici hasta Torrelavega. Al día siguiente cargaba treinta toneladas de leña en un tren, a medias con otro compañero, y así completaba el sueldo y los entrenamientos. Circulaban chismes, leyendas: alguien había visto a Trueba escalar el terrible puerto de El Escudo arrastrando una gran rama atada al sillín"
Lo del puerto de El Escudo es para tenerlos bien puestos.
#4 El escudo de aquellas epocas...
Esta historia me la habrá contado mi padre hace 20 ó 30 años.
Una historia épica, incluso para los que no les gusta nada el deporte
#8 Y que lo digas. A mí me ha emocionado de verdad. Da para película.
Yo no conocía esta historia. La generación de mis padres crecieron con Bahamonde, el águila de Toledo. Joder, no dejaban ganar a los pobres.
#3 Bahamonde era el que mandaba cuando Bahamontes ganó el Tour del 59.
#5 Ha sido el corrector. Muy bueno el apunte
Gran artículo. Me ha parecido muy interesante, no conocía esta historia.