Los trabajadores del Polígono el Oliveral de Ribarroja salen relinchando a la hora del almuerzo como los niños en el colegio cuando suena el timbre del recreo. Ellos, como cualquier currante, que acabaron comiéndose medio bocadillo en vez de uno entero. Y haciendo durar una caña, en vez de calzarse dos fundamentales o compartiendo un litro para siete. Y lo del café ya rozaba el drama: si llegaba para las necesidades básicas, cortito, por favor, por si salía más barato.
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