La Constitución define a España como un Estado aconfesional, lo cual por otra parte es inherente a cualquier Estado democrático. La aconfesionalidad implica asumir que el Estado es una casa común de todos los ciudadanos, donde éstos tienen derecho a vivir sus creencias particulares, pero sin imponerlas a los demás ni, en consecuencia, convertirlas en oficiales. La oficialidad de una religión supone la aberración de transformar un código de creencias íntimo y subjetivo en la seña de identidad de cualquier ciudadano, y ello contra su voluntad.
Todo Estado democrático debe tener un código de valores que rija su funcionamiento. Pero, precisamente porque dicho código ha de ser asumible por todo sujeto racional, debe ceñirse a aquellos principios que, por su bondad evidente, puedan ser defendidos por cualquier individuo que no haya perdido su humanidad. Dentro de esta categoría, sólo caben los Derechos Humanos.
A diferencia de los Derechos Humanos, que encuentran su fundamento en la afirmación de los bienes objetivos que caracterizan a toda persona, y que por su supremo valor deben ser protegidos. las religiones son profundamente discutibles, ligadas a sentimientos subjetivos, personales y perfectamente refutables por quien no los siente. Precisamente por ello no pueden ser oficiales. Debe protegerse a quien las profese, permitiéndole que exprese públicamente su sentimiento religioso siempre que no atente contra los Derechos Humanos (véanse la ablación del clítorix o los matrimonios forzados). Pero no puede permitirse que los símbolos que nos representan a todos, se pongan al servicio de una determinada religión.
Cuando un alcalde procesiona tras un paso como tal, o cuando una bandera se coloca a media asta en Viernes Santo, se nos está obligando (aunque sea indirectamente) a procesionar tras el paso o colocar un crespón negro en nuestro balcón. Porque ese alcalde nos representa a todos y, al desfilar tras el paso en su condición de tal, transmite el mensaje de que todo el pueblo se une al sentimiento religioso, pues él como su representante participa de él (otra cosa es que lo hiciese a título particular).
Cuando ese mismo alcalde, por el contrario, decreta un día de luto oficial por la muerte de una mujer víctima de violencia de género, o por el asesinato de un marroquí a manos de unos neonazis, actúa legítimamente, pues muestra el compromiso del pueblo con los Derechos Humanos que han sido violados con tales acciones, y que son el patrimonio ético sobre el que se construye el Estado, cuya misión es que cada sujeto pueda obrar conforme a sus creencias y valores particulares, construyendo su vida sin que nadie atente contra su dignidad.
Por eso es inaceptable que los símbolos de todos se pongan al servicio de las creencias de algunos. Porque los ateos, musulmanes, judíos o hindúes, tienen derecho a no procesionar en Semana Santa, sin que la presencia de sus representantes en los actos religiosos les fuerce a estar presentes simbólicamente contra su voluntad.
Comentarios
#0 ¿Clítorix no es un personaje de Uderzo?
Cuando las banderas ondean a media asta (o se convoca una manifestación desde el ayuntamiento) por un crimen supuestamente machista, pero no ondean (ni se convocan manifestaciones) por otros crímenes, también nos están haciendo pasar a todos por el aro de una ideología.
Qué fácil es ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio.
Por qué no proceden las banderas a media asta en Semana Santa y sí cuando hay un crimen.
Eso me parecería más correcto.
"Cuando ese mismo alcalde, por el contrario, decreta un día de luto oficial por la muerte de una mujer víctima de violencia de género, o por el asesinato de un marroquí a manos de unos neonazis, actúa legítimamente, pues muestra el compromiso del pueblo con los Derechos Humanos que son el patrimonio..."
Todo esto está muy bien, pero las banderas a media asta ya ondean (desde hace varios años) por crímenes de violencia machista https://www.google.com/search?&q=%22violencia+machista%22+and+%22media+asta%22
#2 Por eso digo que está bien, pero que no deben ondear por la Semana Santa.
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