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Parque Nacional de Ordesa, en el conocido y amplio paraje de la Cascada del Caballo. Día de otoño muy ventoso y desapacible. Aunque es un sitio muy concurrido, esta vez solo estaba una pareja (nosotros) y un grupo familiar. Nos parapetamos tras una roca enorme para comer y descansar. Hay muchas otras rocas como esa por allí. La familia se pone a hacer lo mismo, tras la misma roca, a unos 50cm de nosotros. Increíblemente, no debía haber otro lugar en todo el casi vacío Parque Nacional. Abren una lata de refresco que se habían cargado hasta allí, el contenido sale disparado y el viento lo dirige hacia mí, que acabo empapado y lamigoso. Les miro asombrado sin decir palabra. No me devuelven ni la mirada.
Es una anécdota, sí, pero lo he vivido en demasiadas ocasiones (por suerte sin que me pringuen de bebidas azucaradas). No entiendo esa tendencia ultra-gregaria de pegarse físicamente a desconocidos invadiendo innecesariamente su espacio vital sin, además, decir ni palabra.
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#5 He hecho login sólo ante estupor que me ha causado esto. Les debía quedar tan mal el gráfico con casi toda la mierda para la derecha que han tenido que moverlo un poco hacia la izquierda temiendo parecer ellos mismos manipuladores izquierdosos.