Si los israelíes recibieran la justicia que merecen, sus ríos se secarian, sus cosechas se pudririan y un meteorito caería sobre tel avid.
Por suerte para ellos, la justicia no existe, solo la ley de que el más fuerte hace lo que le sale del rabo.
Y por desgracia, ellos son el más fuerte gracias a sus perros del continente americano.
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Ojalá sus palabras sean escuchadas y se haga justicia para Israel.