#1 Aunque visito con cierta frecuencia este foro, no suelo intervenir, pero, en este caso, y dado que soy parte interesada como autor del ensayo del que habla el artículo y que veo que ninguno de los que aquí opinan se ha leído (se puede descargar gratuitamente de la página de Eusko Ikaskuntza, al ser un texto académico publicado por un ente público), al igual, me temo que el propio artículo, haré una excepción.
La propia Real Academia Española de Historia hace casi un siglo realizó un informe para aclarar la polémica sobre esta cuestión (Boletín oficial de la R.A.H. Informes oficiales. Juan Sebastián de Elcano. Tomo XC. Cuaderno I, enero-marzo de 1927), como no espero que los que siguen con este asunto se lo lean, trataré de aclararlo, remitiéndome a lo que explica el propio ensayo.
Firmaba como, Juª, seguida por: seb a s ti an del ca no. Es decir, si ahí leemos que se apellidaba “Cano” o “Del Cano”, también deberíamos decir que se llamaba Seb A S Ti An, conjunto de nombres cuanto menos poco común. Hablando en serio, entonces la gente escribía sobre un papel artesanal rugoso, con una pluma de ave con la punta cortada, mojada en tintas fabricadas según recetas de lo más variado. Cada carga de tinta permitía trazar, como mucho, dos o tres letras antes de tener que volver a introducirla en el tintero.
Todo el que ha estudiado delineación con plumilla y papel modernos sabe que uno de los problemas más comunes son los borrones que se producen al unir dos líneas, ya que la tinta de la segunda se desliza al menor descuido por el surco de la primera, de ahí que se optase, habitualmente, por dejar espacios entre ellas.
Este asunto lo explica mucho mejor de lo que yo pueda hacerlo M. Romero Tallafigo en
el apartado 2 del capítulo V, de su libro, “El Testamento de Juan Sebastián Elcano…”
que recomiendo consultar a quien desee más aclaraciones.
Esto se puede ver en la propia carta de Elkano a Carlos V y en su testamento,
redactado por Urdaneta.
Sobre que en la época algunos autores lo llamaran “Cano”, era, y es, un fenómeno común adaptar al idioma propio los nombres, y las palabras en general, en otras lenguas. Además, en aquel momento no existían verdaderas reglas ortográficas, ni una normativa oficial sobre el uso de los apellidos. Así, a Elorriaga, el maestre asesinado por apoyar a Magallanes en San Julián, se le llama también “Lorriaga”, “Hurriaga”, “Urriga” y de alguna otra forma más, o Carvalho aparece como Carballo, Caraballo, etc.
En cuanto al “del”, era la forma en que se solía escribir el “de” de los apellidos toponímicos, eliminando la “e” y uniendo la “d” al propio nombre del lugar, sobre todo si este empezaba por una vocal: de Avila, Dávila; de Estella, Destella.
Hace poco estuve en Ávila, y en la catedral se pueden ver las capillas e inscripciones de las dos principales familias de la ciudad. Los De Ávila y los De Águila, y en ambos casos el nombre aparece siempre escrito como Davila y Daguila. Y eso es así en todas partes porque era la costumbre en la época.
La preposición “de” precede de manera habitual a los apellidos de origen toponímico, Cristóbal de Haro, Ximón de Burgos, Juan de Cartagena, pero, sin descartar que pueda darse en algún caso, no es común que preceda a los apellidos cuyo origen es un adjetivo: “del o de Casado”, “del o de Rubio”, “del o de Moreno”, “del o de Cano”. Sería algo muy raro.
Elkano era un toponímico de lugar, una zona de caseríos próximos a Getaria de donde procedería la familia antes de instalarse en la propia villa. En aquella época se escribía con c y ahora, según la nueva grafía en euskera, con k. Eso es lo que indica Euskaltzaindia, la academia de la lengua vasca, para escribir el nombre en cualquier idioma.
Que conste que con esto no espero convencer a nadie, porque el fondo de la polémica no es ese. Muchos nacionalistas españoles sienten que su “héroe imperial” inventado por el franquismo, de eso va el artículo que no se han leído, no es tan español si su apellido es vasco, coincidiendo en ello con los independentistas vascos, en especial con los ceporros (un puñado, unos 150, que van de localidad en localidad montando el número) que se han creído el invento franquista de que Elkano participó en la conquista de Orán y luego sirvió al gran capitán.
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#1 Aunque visito con cierta frecuencia este foro, no suelo intervenir, pero, en este caso, y dado que soy parte interesada como autor del ensayo del que habla el artículo y que veo que ninguno de los que aquí opinan se ha leído (se puede descargar gratuitamente de la página de Eusko Ikaskuntza, al ser un texto académico publicado por un ente público), al igual, me temo que el propio artículo, haré una excepción.
La propia Real Academia Española de Historia hace casi un siglo realizó un informe para aclarar la polémica sobre esta cuestión (Boletín oficial de la R.A.H. Informes oficiales. Juan Sebastián de Elcano. Tomo XC. Cuaderno I, enero-marzo de 1927), como no espero que los que siguen con este asunto se lo lean, trataré de aclararlo, remitiéndome a lo que explica el propio ensayo.
Firmaba como, Juª, seguida por: seb a s ti an del ca no. Es decir, si ahí leemos que se apellidaba “Cano” o “Del Cano”, también deberíamos decir que se llamaba Seb A S Ti An, conjunto de nombres cuanto menos poco común. Hablando en serio, entonces la gente escribía sobre un papel artesanal rugoso, con una pluma de ave con la punta cortada, mojada en tintas fabricadas según recetas de lo más variado. Cada carga de tinta permitía trazar, como mucho, dos o tres letras antes de tener que volver a introducirla en el tintero.
Todo el que ha estudiado delineación con plumilla y papel modernos sabe que uno de los problemas más comunes son los borrones que se producen al unir dos líneas, ya que la tinta de la segunda se desliza al menor descuido por el surco de la primera, de ahí que se optase, habitualmente, por dejar espacios entre ellas.
Este asunto lo explica mucho mejor de lo que yo pueda hacerlo M. Romero Tallafigo en
el apartado 2 del capítulo V, de su libro, “El Testamento de Juan Sebastián Elcano…”
que recomiendo consultar a quien desee más aclaraciones.
Esto se puede ver en la propia carta de Elkano a Carlos V y en su testamento,
redactado por Urdaneta.
Sobre que en la época algunos autores lo llamaran “Cano”, era, y es, un fenómeno común adaptar al idioma propio los nombres, y las palabras en general, en otras lenguas. Además, en aquel momento no existían verdaderas reglas ortográficas, ni una normativa oficial sobre el uso de los apellidos. Así, a Elorriaga, el maestre asesinado por apoyar a Magallanes en San Julián, se le llama también “Lorriaga”, “Hurriaga”, “Urriga” y de alguna otra forma más, o Carvalho aparece como Carballo, Caraballo, etc.
En cuanto al “del”, era la forma en que se solía escribir el “de” de los apellidos toponímicos, eliminando la “e” y uniendo la “d” al propio nombre del lugar, sobre todo si este empezaba por una vocal: de Avila, Dávila; de Estella, Destella.
Hace poco estuve en Ávila, y en la catedral se pueden ver las capillas e inscripciones de las dos principales familias de la ciudad. Los De Ávila y los De Águila, y en ambos casos el nombre aparece siempre escrito como Davila y Daguila. Y eso es así en todas partes porque era la costumbre en la época.
La preposición “de” precede de manera habitual a los apellidos de origen toponímico, Cristóbal de Haro, Ximón de Burgos, Juan de Cartagena, pero, sin descartar que pueda darse en algún caso, no es común que preceda a los apellidos cuyo origen es un adjetivo: “del o de Casado”, “del o de Rubio”, “del o de Moreno”, “del o de Cano”. Sería algo muy raro.
Elkano era un toponímico de lugar, una zona de caseríos próximos a Getaria de donde procedería la familia antes de instalarse en la propia villa. En aquella época se escribía con c y ahora, según la nueva grafía en euskera, con k. Eso es lo que indica Euskaltzaindia, la academia de la lengua vasca, para escribir el nombre en cualquier idioma.
Que conste que con esto no espero convencer a nadie, porque el fondo de la polémica no es ese. Muchos nacionalistas españoles sienten que su “héroe imperial” inventado por el franquismo, de eso va el artículo que no se han leído, no es tan español si su apellido es vasco, coincidiendo en ello con los independentistas vascos, en especial con los ceporros (un puñado, unos 150, que van de localidad en localidad montando el número) que se han creído el invento franquista de que Elkano participó en la conquista de Orán y luego sirvió al gran capitán.