Un tío que con magia ha transformado un apartamento de cincuenta metros en un chaletazo y ha conseguido que una cajera de supermercado se convierta en ministra de la noche a la mañana puede hacer caer el dinero de los árboles sin despeinarse.
La sopa boba la llamaban antes, a ver quien paga la fiesta.
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¿Qué puede salir mal de unos analfabetos empresariales y económicos que van a probar cosas innovadoras en un momento de crisis?