Hace 2 años | Por --546793--
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En cambio, se intenta desarmarlo. La formación del cuerpo de milicias antifascistas regimentado y disciplinado militarmente no es una forma de pueblo armado, sino que es un aspecto del desarme del pueblo que se pretende. La jerarquía militar, la disciplina, el uniforme, el cuartel, etc. quitan al ciudadano el carácter de revolucionario, dándole el de soldado. El proletariado ya no es pueblo en armas, es ejército a las órdenes de un mando, que tiene su fuente en el Estado.

Como en Rusia, a los dictadores social-comunistas les encanta vestirse con uniforme militar como los pregoneros de cualquier monarquía o dictadura burguesa, así que ya vemos a los dirigentes de la Milicia Antifascista luciendo gorra de cuartel y chaqueta de soldado.

El pueblo en armas significa que todos los ciudadanos están, individual y colectivamente, en posesión de las armas necesarias para defender su propia libertad y su propio derecho, sin renunciar por ello a su calidad de productores. Los trabajadores españoles no necesitaron un internado en el cuartel para derrotar la conspiración fascista en Barcelona, en Madrid, en muchas otras ciudades. Ahora, en cambio, las cosas están cambiando. Aquí, para ir armado, ya no sólo basta con el carné de la C.N.T., sino que hay que alistarse en la Milicia y fijar la residencia en el cuartel. Los que vuelven a trabajar pierden su derecho a las armas. No sólo se desarma al proletariado, sino que se quiere separar a los productores proletarios de los luchadores proletarios.

Un pueblo en armas asusta, primero entre los que recogen los frutos de su entusiasmo. Y las barricadas son una pesadilla para los que gobiernan. Los comités ceden a las exigencias de los gobernantes del frente popular. Pero, afortunadamente, los militantes de cada partido se niegan a ceder, hasta ahora, y las barricadas permanecen.

Nada más comenzar la lucha, el 19 de julio, se puso en práctica una especie de comunismo anarquista. El primer día, el domingo, ni siquiera hubo necesidad de requisar lo necesario para alimentar a los combatientes. Todo el mundo trajo espontáneamente pan, carne, salume, fruta, huevos, aceite y todo lo que se necesitaba. Eso duró dos días. Fue un espléndido ejemplo de solidaridad. Luego comenzaron las expropiaciones forzosas y todo el mundo comía en las cocinas comunales. Con un poco de buena voluntad se podría haber seguido por ese camino. En cambio, justo cuando la victoria se consolidó -hablo de Barcelona-, se decidió «restablecer el orden público»: entraron en uso los vales, el oficialismo pretendió regular todo para todos, comenzó la discordia, y en lugar de expropiaciones hubo requisas gubernamentales compensadas mediante vales. La experiencia de las revoluciones pasadas enseña que estos «vales» no valen mucho para los que los reciben, pero crean una montaña de problemas para el gobierno que es responsable de ellos. Mientras tanto, sirven para mantener el sistema legal de la propiedad privada.

Al principio se decretó que la gente podía retirar gratuitamente sus posesiones empeñadas en las casas de empeño. Antes de comenzar la retirada, con un nuevo decreto, se excluyeron los objetos de oro, las joyas y los bonos comerciales. Finalmente, después de que los periódicos dieran esta noticia, con regocijo, al público, el gobierno anunció que no se había decretado tal cosa.

Por lo tanto, la población sigue teniendo asegurado el pan. El C.N.T. se ha encargado de la distribución de vales para restaurantes, cocinas baratas o alimentos en especie, a los desempleados. La milicia antifascista sigue aplicando la requisición con vales.

Al contrario de lo que ocurrió en Madrid, tanto los presos políticos como los comunes fueron liberados en Barcelona desde la tarde del domingo 19 de julio. Fueron liberados por los propios guardias que abrieron de par en par las puertas de las cárceles; y muchos de los liberados, incluidos los de derecho común, tomaron valientemente el arma y se enfrentaron a los primeros enfrentamientos.

Sólo que, una vez pasado el peligro, se anuncian síntomas alarmantes. Empezando por las noticias que tenemos, con cierta frecuencia, de actos de vandalismo, fraude o extorsión realizados incluso en nombre de la C.N.T. y de la F.A.I., esta última organización, la Federación Anarquista Ibérica, publicó en el periódico Tierra y Libertad del 30 de julio, y que hizo pegar miles de ejemplares que circularon por toda la ciudad, un cartel que se diría elaborado en la comisaría y una declaración de guerra contra los pequeños y grandes delincuentes en cuestión, contra los que sin duda se impone la pena de muerte por fusilamiento. [2] Ahora bien, por muy deplorables que sean los actos denunciados, me parece que es aún más deplorable el remedio que propone la F.A.I. con su manifiesto. Mientras algunos ilustres autores de la conspiración fascista son detenidos a bordo de barcos de vapor anclados en el puerto, en camarotes de primera clase, me parece exagerado e inhumano fusilar a pequeños ladrones que hacen un daño inconmensurablemente menor.

Eso sí, no defiendo los saqueos que se hacen sólo por motivos personales, ni a los desgraciados que, armas en mano, consiguen que los pobres entreguen cincuenta o cien pesetas: pero no pido para ellos la pena de muerte y considero antianarquista recopilar decretos como éste. El plomo se reserva para los enemigos, y en lugar de ser inexorables contra los miserables que hacen el mal porque son víctimas de la ignorancia y la pobreza, reservamos nuestra furia para el régimen que los genera.

Implacables contra las instituciones viciosas del orden basado en el privilegio, debemos clamar contra los que lo defienden y enfurecen en lugar de contra los que son víctimas de él. Heraldos de un nuevo orden más justo y equitativo, el oficio de verdugo debe repelernos. Debemos dar a la palabra justicia el sentido y el contenido elevado que es la esencia de nuestro ideal. De lo que sigue, los camaradas podrán hacerse una idea, espero, de la situación en este momento. Los acontecimientos se suceden y superponen con gran rapidez, y cuando estas líneas vean la luz la situación puede ser diferente.

Hasta ahora, la revolución social se queda más en los votos que en los hechos. Hay una guerra a muerte contra el fascismo. La refuerzan y la combaten junto al gobierno, hombres de todos los partidos de izquierda, y los enormes obstáculos que encuentran demuestran lo arraigados que siguen estando los intereses y las castas de la reacción, también en este país. Es una guerra santa para cuya victoria es necesario apelar a todas las fuerzas audaces. El éxito estará más cerca y será más duradero cuanto más se hayan cumplido las aspiraciones del pueblo en su consecución. Por el contrario, ya vemos los síntomas de una inflexible desconfianza gubernamental hacia el pueblo, con los primeros intentos de desarme y regimentación.

Estos síntomas persistentes advierten de las dificultades que se encontrarán tan pronto como el enemigo haya sido finalmente derrotado.

Es de esperar que los trabajadores sean capaces de resistir los intentos de opresión gubernamental, asegurando las armas con las que se defendieron del fascismo y con las que deberán completar su emancipación.

Vedetta
Barcelona, 2 de agosto de 1936

Vol. XV, no. 34 de 29 de agosto de 1936

Notas

[1] El periódico El Socialista del domingo 2 de agosto -quince días después de la victoria del pueblo de Madrid sobre el golpe clerical-fascista- da la noticia de «un acto encomiable» que consiste en esto: «Los presos políticos antifascistas de las Cárceles de Madrid, de todas las tendencias: comunistas, anarquistas, republicanos sin excepción, en una conmovedora carta dirigida al Socorro Rojo Internacional comunican su deseo de que el tabaco que esta organización les envía se destine en cambio a los combatientes que luchan en el frente en defensa de la democracia y la libertad del pueblo… ya que no les es posible ayudar a los compañeros de otra manera… «. ¿Qué pensar de este gobierno que mantiene a sus partidarios en la cárcel, mientras que sus enemigos y los del pueblo ocupan al menos un tercio del país y están casi al alcance de la capital?

[2] El manifiesto de la F.A.I. dice textualmente: «Nos han llegado rumores muy graves. Nos dicen que grupos armados que dicen pertenecer a la C.N.T. y a la F.A.I. y al Partido Obrero Marxista de Unificación, están realizando registros domiciliarios y cometiendo actos repugnantes al espíritu anarquista y a la ley del pueblo. Como esto redunda en perjuicio del prestigio de nuestra organización, cuyos comités responsables no han autorizado ninguno de estos actos vandálicos, hemos decidido oponernos a esta monstruosa irresponsabilidad, no sólo con palabras sino con implacables hechos revolucionarios. Adscrita al Comité de Milicias Antifascistas funciona una Comisión de Investigaciones que se encargará de averiguar todas las denuncias que se hagan sobre las actividades de elementos comprometidos en el pasado movimiento fascista. Esta Comisión es la única, aparte de la Prefectura Superior de Policía, que desde este momento tiene derecho a ordenar y realizar registros domiciliarios. Lo que se haga al margen de esto será arbitrario.

La FAI ha resuelto acabar con estos grupos de incógnitos ajenos al control de nuestra organización, que, con cualquier propósito, deshonran el movimiento revolucionario del pueblo levantado en armas contra el fascismo. No sabemos de qué elementos se trata. Pero afirmamos con todo vigor que, sean quienes sean, sus actos los denuncian, en el mejor de los casos, como almas perturbadas en las que se adultera el instinto vengativo del pueblo, despertando voces primitivas anidadas en el alma de sus conciencias.

El F.A.I., que se ha cubierto de gloria en las recientes e históricas jornadas vividas en Barcelona, el F.A.I. que, al igual que la C.N.T., fue el primero en la lucha, en el desprecio del peligro continuo para los grandes ideales de la libertad, no sólo declara que no tiene nada en

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#1 común con estos desmanes, escoria que brota de una sublevación del pueblo, sino que está dispuesto a ponerle fin de forma radical y enérgica.
Somos enemigos de toda violencia, de toda imposición.

Nos repugna toda la sangre que no se derrama por el pueblo en sus grandes tareas de justicia. Pero declaramos fríamente, con terrible serenidad y con la inexorable intención de hacerlo, que si no se acaba con todos estos actos irresponsables que están sembrando el terror en Barcelona, procederemos a fusilar a todos los individuos que sean declarados culpables de cometer actos contra la ley del pueblo, y a todos aquellos individuos que se hayan atribuido, en su propio beneficio, poderes que la organización confederal ha asignado específicamente a una Comisión compuesta por elementos del frente de lucha antifascista, eligiendo de ella a los hombres más imparciales y más honestos.
Lo decimos como lo haremos, y lo haremos como lo estamos diciendo. Barcelona sabe, y España y el mundo entero saben, que los hombres del F.A.I. nunca dejan de cumplir sus compromisos. Por el honor de los barceloneses, por la dignidad de la C.N.T. y de la F.A.I. debemos acabar con estos desmanes. Y acabaremos con ellos».

La severidad del manifiesto ni siquiera es su mayor defecto. La imprecisión del lenguaje es aún más grave, ya que puede extender sin esfuerzo penas terribles a cualquier forma de iniciativa individual que no encuentre la aprobación de los que hablan en nombre de la F.A.I.

Original: https://theanarchistlibrary.org/library/albert-meltzer-barcelona-19th-july-1936