Quienes hayan trabajado con ordenadores a lo largo de muchos años se habrán percatado –es difícil no hacerlo– de que por mucho que avance la tecnología los tiempos de respuesta son cada vez más lentos. Potencia de cálculo hay mucha, cantidades desmesuradas, pero en acciones tan habituales como teclear un texto la latencia o retardo acumulado debido precisamente a lo avanzado de muchas moderneces hace que muchas veces los equipos más punteros parezcan todo lo contrario: lentas tortugas.
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