Los videojuegos son el medio perfecto para desarrollar antihéroes y protagonistas de moral distraída. Permiten a los jugadores desatar una espiral de destrucción y, en el proceso, los sumerge en mundos creados a medida de los enfants terribles de las consolas y PCs con la descarada intención de dar cancha a sus barrabasadas. Eso sí, pocos o ningún antihéroe consigue igualar al sinvergüenza de Duke en su mayor gamberrada hasta la fecha: Duke Nukem 3D
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