Hay diez segundos en la vida de Rajoy por cuyos pensamientos pagaría. El presidente avanza por el pasillo del Senado. Palidece al encontrarse una nube de periodistas agolpados como mosquitos. Titubea, ralentiza el paso, sonríe nerviosamente y se para con gesto atemorizado. Los mosquitos empiezan a picarle con preguntas sobre la situación económica del país que él gobierna (aunque parece no haberse dado cuenta), al hilo de los acontecimientos de los últimos días en la bolsa y relativos a los ataques de los mercados a la deuda pública española.