Hace 1 año | Por koe a lavanguardia.com
Publicado hace 1 año por koe a lavanguardia.com

La paradoja más fecunda de los viajes en el tiempo, como aprendimos en la canónica trilogía Regreso al futuro (1985-1989), de Robert Zemeckis, es encontrarse con el uno mismo de entonces y que no reviente el continuo espacio-tiempo. Se supone que uno no puede existir dos veces en el mismo momento y en el mismo lugar.

Comentarios

DarthAcan

Muro de pago

D

#1 En modo lectura sí se puede acceder al texto.

Aquí lo pego:





"La paradoja más fecunda de los viajes en el tiempo, como aprendimos en la canónica trilogía Regreso al futuro (1985-1989), de Robert Zemeckis, es encontrarse con el uno mismo de entonces y que no reviente el continuo espacio-tiempo. Se supone que uno no puede existir dos veces en el mismo momento y en el mismo lugar. Pero si los viajes en el tiempo son posibles, sobre el papel sí que se puede coincidir con un yo anterior. Lo que ya es una incógnita es el resultado. Pues exactamente en ese brete está el sujeto político antes llamado “espacio del cambio”, en el que se baten Sumar y Unidas Podemos, la misma realidad en dos tiempos distintos.

Sumar ha viajado al pasado de Podemos. No hacen falta declaraciones explícitas de la vicepresidenta Yolanda Díaz o de la ministra y líder de Podemos Ione Belarra para tomar nota de lo que está ocurriendo y desmenuzar el proceso: Sumar es un reborn de Podemos una vuelta al origen para reescribirlo; es The Batman (2022) con Robert Pattinson haciendo como si los acontecimientos de El caballero oscuro (2012), con el careto de leche agria de Christian Bale, nunca hubieran ocurrido.
Póster de 'The Batman' (2022), de Matt Reeves

Póster de 'The Batman' (2022), de Matt Reeves
Warner Bross Pictures

Esa es la salud de las grandes franquicias culturales: hacer como si nada hubiera pasado cada vez que el sujeto se pone artrítico o tose demasiado, y buscarse un jovencito. Así que, si Pierce Brosnan ya no puede saltar, le damos la licencia número 007 a Daniel Craig. Y vuelta a empezar. Porque, esto es lo sustantivo, James Bond es más grande que todos ellos; incluso, que todos ellos juntos. Podemos fue Andrew Garfield vestido de Spiderman haciendo olvidar la cara de susto de una Izquierda Unida que, como Tobey McGuire, ni pintándose un eyeliner imponía ya respeto. Pero Sumar es Tom Holland.

Podemos se ha constituido ya en un partido tradicional, pero sin créditos bancarios

Es obvio que Podemos se ha constituido ya en un partido político con todas las de la ley, a la manera tradicional pero sin créditos bancarios, y apuesta desde hace meses por una línea argumental identitaria, de marca, que se repite en cada reunión del consejo ciudadano estatal de la organización. Por eso hay un esfuerzo constante en poner en valor el patrimonio del partido, que no es otro que haber logrado un Gobierno de coalición –contra viento, marea y cloacas–, rompiendo una cláusula de exclusión de ochenta años. Y con ello, ha obligado al PSOE a desandar casi tres décadas de observancia neoliberal para apostar, tibiamente si se quiere, por políticas reformistas socialdemócratas. “Solo nosotros…” es una frase que se oye a menudo en las últimas reuniones del órgano de gobierno de Podemos, confirman los asistentes, y en su comunicación pública se repiten alusiones a lo que ha cambiado este país en “los ocho años” de vida de Podemos. Terapia de autoestima.

La conversión de Podemos en un partido jerárquico ordinario y por tanto susceptible de una posición identitaria no es un proceso estrictamente programado, aunque empezó en el mismo cónclave de primer Vistalegre (octubre de 2014), cuando hubo que decidir métodos, democracia interna y jerarquía. Los números uno y dos, Pablo Iglesias e Íñigo Errejón, eran conscientes entonces de lo goloso que era para cualquier quintacolumnista el artefacto que habían creado –“nos dirigíamos a las estrellas”, en expresión de Aaron Sorkin– en un momento en que encabezaban todas las encuestas, así que se procuraron una estructura con una clara verticalidad para evitar el entrismo y para que fuera posible dirigirla desde la ejecutiva, con los procesos plebiscitarios como únicos mecanismos de acción política de abajo arriba.
Tom Holland, Andrew Garfield y Tobey Maguire, como Spiderman.

Tom Holland, Andrew Garfield y Tobey Maguire, como Spiderman.
Marvel / Sony Pictures

En los territorios de forma más patente y en la dirección estatal en menor medida –en contra de lo que suele contarse–, cada proceso democrático concluía poco más o menos como la canción de ABBA: The winer takes it all (“El ganador se lo lleva todo”), lo que con distintas modulaciones acababa expulsando a los derrotados. No es cierto que hubiera purgas en Podemos, pese a que se publicó reiteradamente, lo que había de forma muy evidente era un incentivo al exilio de los derrotados en cada proceso.

De este modo, cada vez que se votaba en los territorios, la organización se veía reducida. Si la votación era apretada, reducida a la mitad. Es decir, en cada votación de una secretaría municipal, autonómica o en unas primarias, el partido se hacía más fuerte y más pequeño. Estos procesos fueron mucho más evidentes en los territorios que en la dirección estatal, pero en pocos años diezmaron la población de cuadros del partido. Cuando el diputado canario Alberto Rodríguez accedió a la secretaría de Organización, en junio del 2019, acabar con estas dinámicas cainitas modificando los métodos de participación fue una de sus obsesiones al trabajar en los nuevos estatutos. Aunque quizá para entonces ya era un proceso irreversible.

Los procesos democráticos de Podemos, en los que el ganador se lo lleva todo, hicieron al partido cada vez más pequeño y más fuerte

Este curso de acontecimientos, en cierta medida contingente, por un lado perjudicó a Podemos porque eliminó su vocación original de transversalidad y limitó sus posibilidades de crecer pero, paradójicamente, también lo salvó. Tras años de hostigamiento –literalmente, por lo civil y por lo penal–, la salida de Íñigo Errejón en enero de 2019 parecía un descabello. Sin embargo, cuanto más pequeño se hacía el partido, también se hacía más denso, cuantos más ataques recibía Pablo Iglesias y más reducía su expectativa de crecer en votos, también se hacía más resistente su militancia y más devotas sus adhesiones. Ese liderazgo individual y ese proceso de condensación de Podemos en un partido vertical y dependiente de su carismática figura fue lo que permitió resistir por encima de los 3,5 millones en abril de 2019.

Muchos pensaron y dijeron que la repetición electoral de noviembre destruiría a Podemos –y así se lo prometieron a Íñigo Errejón un grupo de avezados comentaristas–, pero entonces se hizo obvio que la adhesión a Iglesias ya había sido reducida a puro hueso y no cabía seguir rascando en el fondo de la sartén. Más País lo aprendió por las malas. Pese a la satanización del otoño, Iglesias y lo que quedaba de Podemos logró superar de nuevo los tres millones de votos y entrar en el Gobierno, dejando a todos sus detractores, adversarios y enemigos con dos palmos de narices.
Fotograma de 'Spiderman, un nuevo universo', de Peter Ramsey, Bob Persichetti, Rodney Rothman

Fotograma de 'Spiderman, un nuevo universo', de Peter Ramsey, Bob Persichetti, Rodney Rothman.
Sony Pictures

Yolanda Díaz fue testigo de todo este proceso a lo largo de siete años. Fue una de las primeras diputadas que advirtió a Iglesias en 2015 de la cooptación del partido que estaba llevando a cabo Íñigo Errejón y de su intención de convertirlo en un líder títere. Pese a no militar en Podemos, siempre formó parte del grupo de leales más próximos a Iglesias y permaneció a su lado durante las penalidades de 2019. Asistió en primera fila a esa evolución que esclerotizaba al partido haciéndolo a la vez más pequeño y más resiliente.

Aunque no lo diga, por el cariz que ha tomado la iniciativa Sumar es patente que Díaz considera que ese proceso resistencialista, ya sin Iglesias, no da más de sí y que Podemos no puede revertir su trayectoria de estos años –una velocidad y un rumbo específicos– para volver a esponjarse y ampliar su espacio electoral, no ya hasta los más de cinco millones de votos que logró en 2015 sino siquiera para volver a acercarse a los cuatro millones. Y lo que el exconcejal madrileño y guionista Guillermo Zapata llama Los 35 de Sumar, es decir, los grupos de trabajo creados por la plataforma para diseñar un proyecto de país a diez años vista, es la prueba irrefutable de que Yolanda Díaz está volviendo al momento de la fundación de Podemos, cuando el nuevo partido atrajo a un sinfín de profesionales, activistas, académicos, juristas… enardecidos por la idea de modernizar la democracia española. Por distintas razones, aquella ilusión fue efímera, y entre diciembre de 2015 y junio de 2016 ya se habían apeado del proyecto casi todos los que no tenían intención de hacer de la política su profesión. Antes incluso de que aflorasen las primeras luchas intestinas.

No es asunto menor que muchos de esos rostros, que ni siquiera protagonizaron cismas o debates dentro del partido porque nunca llegaron a participar en los órganos internos, simplemente se fueron, hoy vuelvan a verse entre el público de los actos de Sumar. “Estoy saludando a gente que no veía desde 2014”, decía una asistente a la puesta de largo de Sumar en julio pasado. Zapata escribía este sábado en Público que la amplitud del arco político que encarnan los 35 responsables de los grupos de trabajo de Sumar “recuerda al primer Podemos, que incorporó al juez Jiménez Villarejo para su lista en las elecciones europeas de 2014, aunque con una diferencia: Ninguna de las personas que participa de la coordinación parece interesada en estar en ninguna lista electoral. De hecho, su carácter de personas-que-no-van-en-una-lista-electoral es parte de su identidad”.
Cartel de 'Looper' (2012), dirigida por Rian Johnson

Cartel de 'Looper' (2012), dirigida por Rian Johnson.
eOne Entertainment

Yolanda Díaz está ejecutando una refundación desde los cimientos mismos de lo que más tarde sería Podemos. Ha vuelto al principio, a aquel momento en que el profesor Juan Carlos Monedero postulaba a Podemos, no como un partido, sino como “una herramienta de representación” para todos aquellos que sentían que los partidos institucionalizados no eran el vehículo óptimo para actuar sobre la

D

#2 Continuación

"...para actuar sobre la política. Enfrente, la nueva dirección de Podemos, con Ione Belarra, Irene Montero y Lilith Verstrynge como alta dirección y con la voz de Pablo Iglesias enviando consignas diariamente desde el más allá político, ha decidido convertir el partido en identidad política, en marca y bandera de los que resistieron todos los asedios. Se percibe hasta en la intensidad de sus adhesiones, o en la celebración del Vía Crucis que vivió el partido –antaño una desgracia, hoy un estigma de orgullo–, y en los hastag que emiten, en las antípodas del propósito inicial de la “herramienta de representación”: #YoSoyDePodemos. Tomando como referencia el malicioso aforismo que señala que hoy “los palestinos son los judíos de los judíos”, podemos afirmar que hoy “Podemos es la IU de Sumar”, la organización que reivindica su identidad y se resiste a la obsolescencia. Conviene recordar que IU asumió su condición subalterna: llegado el momento, se asoció a Podemos para no desaparecer, después de que el nuevo partido le quintuplicara en voto en diciembre de 2015.

Iglesias nunca se ocupó de Podemos en términos organizativos, como nunca cercenó ni empujó ningún liderazgo territorial

Pese a las habituales insidias de la prensa madrileña, Pablo Iglesias jamás se ocupó del partido. Nunca cercenó ni empujó ningún liderazgo territorial y, por supuesto, nunca ordenó una defenestración política. Si esas cosas ocurrieron –y ocurrieron, aunque no muy a menudo–, eran orquestadas desde la ejecutiva, pero nunca por el propio secretario general, al que esas ocupaciones siempre le resultaron asuntos secundarios y tediosos. Y no fue necesario que se ocupara del partido porque Podemos era Pablo Iglesias y Pablo Iglesias era Podemos. No fue la demediada organización sino él solo, en un par de debates electorales (con el concurso, si se quiere, de su escritor de discursos, Manu Levin) el que levantó los resultados de 2019. La preocupación por el destino del partido, su identidad, estructura y futuro como organización política comenzó en Podemos después de la salida de Iglesias de la secretaría general. Ni un minuto antes.

Si bien una organización convencional es imprescindible para sobrevivir a las elecciones municipales y autonómicas, las generales son sobre todo una cuestión del cabeza de cartel. Yolanda Díaz lo contempló sentada en primera fila, viendo a Iglesias desenvolverse en 2019. Así es la política del siglo XXI en las elecciones presidenciales. Hoy Sumar cuenta con las simpatías o el apoyo informal pero patente de los comunes, IU, el PCE, CC OO, Más País, Compromís y algunos destacados cargos de Podemos, que se dejan ver en los actos de Díaz, y no se apura en diseñar un artefacto político. Como si hubiera vuelto atrás para diseñar otra trayectoria. Otra línea temporal. Otro universo.

Díaz ha vuelto al momento fundacional de Podemos para diseñar otra trayectoria, otra línea temporal, otro universo

Esas son las cartas que, sin declaraciones públicas, han puesto sobre la mesa Podemos y Sumar de forma evidente. El primero, reivindicando su pasado de agravios y conquistas, es decir, su identidad; y la segunda, colocándose de nuevo en la casilla de salida, en el momento inmediatamente anterior a que Podemos dejase de ser lo que quería ser, para intentar hacer esta vez las cosas de otro modo. Los dos sujetos, que son el mismo en edades diferentes, están en el mismo lugar en el mismo momento. Desde aquel lejano 1985 en que se estrenó Regreso al futuro han pasado muchos años y se ha producido mucha ciencia ficción sobre paradojas temporales. Hemos aprendido mucho. Hoy ya sabemos que el encuentro con un yo anterior (o con un yo futuro) no supone ninguna ruptura del continuo espacio-tiempo y en todo caso solo abre la brecha para la génesis de universos alternativos.

Desde la película Spider-Man: un nuevo universo (2018) hasta Doctor Extraño en el multiverso de la locura (2022), la modesta El proyecto Adam (2022) o la ambiciosa Spider-Man: No Way Home (2022), sabemos que los individuos que son uno mismo pero de distinto tiempo o universo pueden colaborar a un bien común. Pero también vimos en la extraordinaria Looper (2012) –película de Rian Johnson sobre un sicario temporal cuya misión es asesinar a su yo futuro– que no siempre la convivencia de dos sujetos desincronizados es posible o virtuosa. Ese es el dilema que los próximos meses deberán dilucidar Sumar y Podemos: si estamos en el Spiderverso o en Looper. Con un añadido emocionante que conocen bien los espectadores de ciencia ficción: el flujo de acontecimientos no siempre depende de la voluntad de sus protagonistas. Y sabiendo que James Bond es más grande que todos ellos. Incluso que todos ellos juntos. "