Publicado hace 1 año por ContinuumST a laopiniondemurcia.es

Thomas Pynchon tenía un año cuando Christina Stead publicó su tercera novela, la gargantuesca, a la vez desopilante y oscura, expansiva, y bancaria House of All Nations. Corría el año 1938 y Estados Unidos aplaudía literariamente a Ernest Hemingway, y a su modernismo clásico, eléctrico, mientras se despedía de la Generación Perdida, de Francis Scott Fitzgerald y Nathanael West y contemplaba como el gótico sureño (de William Faulkner, Carson McCullers, Flannery O’Connor, Truman Capote) seguía dando voz a aquellos que no la habían tenido.