Por algunas imágenes antiguas que había visto y, la verdad, por los escudos de la familia Velasco y Mendoza unidos por medio de un cordón franciscano que había sobre la entrada principal, supuse que estaba frente al palacio de los Condestables de Castilla, conocido hoy como la casa del Cordón (Burgos), y lugar de encuentro con mi anfitrión: Bernardino Fernández de Velasco y Mendoza, el propio Condestable. Era la primavera de 1487. Como la gente apenas me miraba, di por hecho que esta vez nada de mi indumentaria estaba fuera de lugar.
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