La obesidad, el cigarrillo y hasta la felicidad, dicen, son contagiosas. Por eso nos recuerdan que, para cuidar nuestra salud y vitalidad, hay que cuidar de esas relaciones que nos hacen mejores personas. Llaman la atención sobre esa época de la vida en la que los hijos o el trabajo hacen que muchos se alejen de sus amigos más queridos. Al cabo de los años, esa gente se da cuenta de que ya no tiene tribu, que no hay “red de soporte”, se quedó sola.
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En un mundo en el cual cada vez hay más personas que viven solas, efecto de la demografía, y estamos más desconectados de lo que verdaderamente importa, efecto de la tecnología, la salvación para muchos de nuestros males de salud mental, suicidios y desamparo puede estar en la vieja, buena y pura amistad.
Resulta curioso que se hayan escrito tantísimas canciones sobre el amor (de pareja), y tan poco sobre un sentimiento tan sincero, desinteresado e importante como es la verdadera amistad. Si alguien tiene hijos por el hecho de pensar que le harán compañía en la vejez, puede llevarse un buen chasco al cabo de los años. Los amigos se eligen, los hijos y la familia no.
Bueno, voy a ir mirando el ataúd