El Gobierno pensó que en Son Torrella había 60 trabajadores aislados porque eran los que estaban en nómina, pero en realidad sólo estaban trabajando seis o siete que se marcharon con los primeros copos de nieve en Mallorca. El gobernador no ocultó su indignación por este hecho. El final fue feliz, pero uno de los guardias estuvo hospitalizado durante dos meses por la congelación de un pie.
#3:
#1 Navegador Brave, modo lectura: Mallorca, 1956: una ‘sociedad de la nieve’ con un final inesperado
Durante la gran nevada de ese año, el gobernador civil movilizó a guardias civiles, militares y excursionistas para rescatar a 60 trabajadores en el Puig Major.
By Joan J. Serra
Jan 21, 2024 08:58 AM3 minutos de lecturaVer original
En el contexto de una película de Netflix de moda, La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona y que relata el dramático accidente de un avión uruguayo en los Andes en 1972, conviene recordar un episodio de grandes nevadas en Mallorca ocurrido en 1956, conocido como l’any de sa neu. El episodio se cuenta en el libro, de reciente publicación, Crónicas del G.E.M. (Grupo Excursionista de Mallorca), con Miquel Rayó como autor y editado por Lleonard Muntaner.
El libro contiene un relato, escrito por el montañero Joan Espina en 2001, en el que rememora su participación en el rescate de 60 trabajadores de las obras de la carretera que asciende a la cima del Puig Major, supuestamente aislados por la gran nevada de febrero de 1956.
Espina cuenta que, un día después de la nevada, estaba trabajando en su taller, en Palma, cuando recibió la llamada telefónica de un comandante de Aviación para que se reuniera con un general. Espina acudió a la cita y el general le dijo que 60 trabajadores de las obras del Puig Major estaban aislados por la nieve en Son Torrella, según informaciones del gobernador civil (Plácido Álvarez-Buylla, recién nombrado) y de Madrid. Había que organizar una expedición de socorro y el general pidió la participación de Espina y de otros montañeros, que se juntarían con militares de Aviación y agentes de la Guardia Civil.
Espina avisó a sus amigos Pere Darder, Ramon Pons, Nan Bestard y Pere Llabrés para reunirse con «ocho o diez soldados y un teniente de Aviación, con un todoterreno, y un capitán, un cabo y dos agentes de la Guardia Civil, con un Land Rover». Todo el grupo se dirigió a Bunyola, Orient y la possessió de Comassema. El todoterreno de Aviación quedó atascado en la nieve antes de llegar a Comassema. Los militares, excepto el teniente, se quedaron allí. Posteriormente, el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron. El resto (el Land Rover no podía circular más allá de Comassema) se puso a caminar por la nieve, hundiéndose en la misma, cuando ya había anochecido. Espina precisa que «los excursionistas íbamos bien equipados, pero los dos guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve, pero finalmente la encontramos».
El grupo llegó a la possessió de Cúber a las 11 de la noche, con una temperatura de 13 grados bajo cero. Los amos de la possessió les atendieron junto al fuego de la chimenea y manifestaron a los rescatadores su extrañeza por lo que estaban contando, porque si había 60 trabajadores aislados en la vecina possessió de Son Torrella, ellos lo sabrían. En cualquier caso, el grupo pasó la noche en Cúber, dispuesto a llegar a Son Torrella (a unos tres kilómetros) a la mañana siguiente.
Con un metro de nieve que dificultaba el desplazamiento, el grupo llegó a Son Torrella no sin antes haber visto un avión Junkers 52 sobrevolar la zona. Al llegar a Son Torrella, los amos les informaron de que no había pasado absolutamente nada. En los días anteriores, en las obras sólo había seis o siete trabajadores que se marcharon en coches a sa Pobla nada más empezar a nevar.
Los expedicionarios regresaron a casa y fueron citados días después por el gobernador civil, que les entregó un escrito oficial de agradecimiento por su esfuerzo. El Gobierno pensó que en Son Torrella había 60 trabajadores aislados porque eran los que estaban en nómina, pero en realidad sólo estaban trabajando seis o siete que se marcharon con los primeros copos de nieve en Mallorca. El gobernador no ocultó su indignación por este hecho. El final fue feliz, pero uno de los guardias estuvo hospitalizado durante dos meses por la congelación de un pie.
#2 A mí me tendrían que pagar ellos para que yo me registre de forma gratuita. Si piden registro también están pidiendo que mucha gente no lea la basura de periódico digital que tienen.
Si alguien se registra está colaborando a que en el futuro todo el mundo tenga que registrarse para poder leer dentro de poco, así que a tomar por culo, o sea, hay registro... hay otros sitios donde no piden registro.
#1 Navegador Brave, modo lectura: Mallorca, 1956: una ‘sociedad de la nieve’ con un final inesperado
Durante la gran nevada de ese año, el gobernador civil movilizó a guardias civiles, militares y excursionistas para rescatar a 60 trabajadores en el Puig Major.
By Joan J. Serra
Jan 21, 2024 08:58 AM3 minutos de lecturaVer original
En el contexto de una película de Netflix de moda, La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona y que relata el dramático accidente de un avión uruguayo en los Andes en 1972, conviene recordar un episodio de grandes nevadas en Mallorca ocurrido en 1956, conocido como l’any de sa neu. El episodio se cuenta en el libro, de reciente publicación, Crónicas del G.E.M. (Grupo Excursionista de Mallorca), con Miquel Rayó como autor y editado por Lleonard Muntaner.
El libro contiene un relato, escrito por el montañero Joan Espina en 2001, en el que rememora su participación en el rescate de 60 trabajadores de las obras de la carretera que asciende a la cima del Puig Major, supuestamente aislados por la gran nevada de febrero de 1956.
Espina cuenta que, un día después de la nevada, estaba trabajando en su taller, en Palma, cuando recibió la llamada telefónica de un comandante de Aviación para que se reuniera con un general. Espina acudió a la cita y el general le dijo que 60 trabajadores de las obras del Puig Major estaban aislados por la nieve en Son Torrella, según informaciones del gobernador civil (Plácido Álvarez-Buylla, recién nombrado) y de Madrid. Había que organizar una expedición de socorro y el general pidió la participación de Espina y de otros montañeros, que se juntarían con militares de Aviación y agentes de la Guardia Civil.
Espina avisó a sus amigos Pere Darder, Ramon Pons, Nan Bestard y Pere Llabrés para reunirse con «ocho o diez soldados y un teniente de Aviación, con un todoterreno, y un capitán, un cabo y dos agentes de la Guardia Civil, con un Land Rover». Todo el grupo se dirigió a Bunyola, Orient y la possessió de Comassema. El todoterreno de Aviación quedó atascado en la nieve antes de llegar a Comassema. Los militares, excepto el teniente, se quedaron allí. Posteriormente, el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron. El resto (el Land Rover no podía circular más allá de Comassema) se puso a caminar por la nieve, hundiéndose en la misma, cuando ya había anochecido. Espina precisa que «los excursionistas íbamos bien equipados, pero los dos guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve, pero finalmente la encontramos».
El grupo llegó a la possessió de Cúber a las 11 de la noche, con una temperatura de 13 grados bajo cero. Los amos de la possessió les atendieron junto al fuego de la chimenea y manifestaron a los rescatadores su extrañeza por lo que estaban contando, porque si había 60 trabajadores aislados en la vecina possessió de Son Torrella, ellos lo sabrían. En cualquier caso, el grupo pasó la noche en Cúber, dispuesto a llegar a Son Torrella (a unos tres kilómetros) a la mañana siguiente.
Con un metro de nieve que dificultaba el desplazamiento, el grupo llegó a Son Torrella no sin antes haber visto un avión Junkers 52 sobrevolar la zona. Al llegar a Son Torrella, los amos les informaron de que no había pasado absolutamente nada. En los días anteriores, en las obras sólo había seis o siete trabajadores que se marcharon en coches a sa Pobla nada más empezar a nevar.
Los expedicionarios regresaron a casa y fueron citados días después por el gobernador civil, que les entregó un escrito oficial de agradecimiento por su esfuerzo. El Gobierno pensó que en Son Torrella había 60 trabajadores aislados porque eran los que estaban en nómina, pero en realidad sólo estaban trabajando seis o siete que se marcharon con los primeros copos de nieve en Mallorca. El gobernador no ocultó su indignación por este hecho. El final fue feliz, pero uno de los guardias estuvo hospitalizado durante dos meses por la congelación de un pie.
"... el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron" "... los excursionistas íbamos bien equipados, pero los guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve."
#5 Mi padre y algunos de mis tíos me contaron que estando en sus milis, tras la guerra civil, era común que si un cuartel tenía mil soldados en la realidad se alternaban, cada mes, quinientos de permiso y quinientos presentes.
Los mandos recibían comida para mil soldados y revendían las tres cuartas partes en el mercado negro. A los quinientos que estaban en el cuartel también les daban menos comida, uniformes, botas... Todo lo que se pudiera vender de estraperlo.
#5 Los trabajadores seguramente eran sólo eso: "trabajadores rasos", (no "funcionarios"). (El artículo tampoco ofrece información al respecto).
Y en cualquier caso, se ve que se trataba de trabajadores sin un pelo de tontos, y que sabían cuidar bien de su propio pellejo.
Puestos a criticar, habría que criticar el funcionamiento de las administraciones y las decisiones de los jefazos y superiores al cargo de las mismas, dado que:
1.- Nadie parecía estar al tanto de cómo, dónde o qué hacía el personal a su cargo.
2.- A nadie se le ocurrió levantar el teléfono y llamar a las familias de los trabajadores, o enviar a alguien a sus casas para recabar información previa. (Antes de armar tanto alboroto).
3.- Que la mitad de los militares se quedasen por el camino (por "indisposición"), y que un capitán perdiese una de sus botas, tampoco dice nada bueno de las instituciones de la época.
Comentarios
#0 Para usuarios registrados
#1 Registro gratuito
#2 A mí me tendrían que pagar ellos para que yo me registre de forma gratuita. Si piden registro también están pidiendo que mucha gente no lea la basura de periódico digital que tienen.
Si alguien se registra está colaborando a que en el futuro todo el mundo tenga que registrarse para poder leer dentro de poco, así que a tomar por culo, o sea, hay registro... hay otros sitios donde no piden registro.
#2 Con el modo lectura del navegador se lee sin problemas
#1 Navegador Brave, modo lectura:
Mallorca, 1956: una ‘sociedad de la nieve’ con un final inesperado
Durante la gran nevada de ese año, el gobernador civil movilizó a guardias civiles, militares y excursionistas para rescatar a 60 trabajadores en el Puig Major.
By Joan J. Serra
Jan 21, 2024 08:58 AM3 minutos de lecturaVer original
En el contexto de una película de Netflix de moda, La sociedad de la nieve, de Juan Antonio Bayona y que relata el dramático accidente de un avión uruguayo en los Andes en 1972, conviene recordar un episodio de grandes nevadas en Mallorca ocurrido en 1956, conocido como l’any de sa neu. El episodio se cuenta en el libro, de reciente publicación, Crónicas del G.E.M. (Grupo Excursionista de Mallorca), con Miquel Rayó como autor y editado por Lleonard Muntaner.
El libro contiene un relato, escrito por el montañero Joan Espina en 2001, en el que rememora su participación en el rescate de 60 trabajadores de las obras de la carretera que asciende a la cima del Puig Major, supuestamente aislados por la gran nevada de febrero de 1956.
Espina cuenta que, un día después de la nevada, estaba trabajando en su taller, en Palma, cuando recibió la llamada telefónica de un comandante de Aviación para que se reuniera con un general. Espina acudió a la cita y el general le dijo que 60 trabajadores de las obras del Puig Major estaban aislados por la nieve en Son Torrella, según informaciones del gobernador civil (Plácido Álvarez-Buylla, recién nombrado) y de Madrid. Había que organizar una expedición de socorro y el general pidió la participación de Espina y de otros montañeros, que se juntarían con militares de Aviación y agentes de la Guardia Civil.
Espina avisó a sus amigos Pere Darder, Ramon Pons, Nan Bestard y Pere Llabrés para reunirse con «ocho o diez soldados y un teniente de Aviación, con un todoterreno, y un capitán, un cabo y dos agentes de la Guardia Civil, con un Land Rover». Todo el grupo se dirigió a Bunyola, Orient y la possessió de Comassema. El todoterreno de Aviación quedó atascado en la nieve antes de llegar a Comassema. Los militares, excepto el teniente, se quedaron allí. Posteriormente, el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron. El resto (el Land Rover no podía circular más allá de Comassema) se puso a caminar por la nieve, hundiéndose en la misma, cuando ya había anochecido. Espina precisa que «los excursionistas íbamos bien equipados, pero los dos guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve, pero finalmente la encontramos».
El grupo llegó a la possessió de Cúber a las 11 de la noche, con una temperatura de 13 grados bajo cero. Los amos de la possessió les atendieron junto al fuego de la chimenea y manifestaron a los rescatadores su extrañeza por lo que estaban contando, porque si había 60 trabajadores aislados en la vecina possessió de Son Torrella, ellos lo sabrían. En cualquier caso, el grupo pasó la noche en Cúber, dispuesto a llegar a Son Torrella (a unos tres kilómetros) a la mañana siguiente.
Con un metro de nieve que dificultaba el desplazamiento, el grupo llegó a Son Torrella no sin antes haber visto un avión Junkers 52 sobrevolar la zona. Al llegar a Son Torrella, los amos les informaron de que no había pasado absolutamente nada. En los días anteriores, en las obras sólo había seis o siete trabajadores que se marcharon en coches a sa Pobla nada más empezar a nevar.
Los expedicionarios regresaron a casa y fueron citados días después por el gobernador civil, que les entregó un escrito oficial de agradecimiento por su esfuerzo. El Gobierno pensó que en Son Torrella había 60 trabajadores aislados porque eran los que estaban en nómina, pero en realidad sólo estaban trabajando seis o siete que se marcharon con los primeros copos de nieve en Mallorca. El gobernador no ocultó su indignación por este hecho. El final fue feliz, pero uno de los guardias estuvo hospitalizado durante dos meses por la congelación de un pie.
#3 Gracias
¡Qué manía de enlazar noticias con muros de pago!
Suerte que uno tiene sus trucos para saltárselos.
"... el teniente y un guardia civil se sintieron indispuestos y no continuaron"
"... los excursionistas íbamos bien equipados, pero los guardias civiles iban con sus botas reglamentarias y lo pasaron mal. Incluso el capitán perdió una bota entre la nieve."
Me ha llamado la atención lo de 60 trabajadores en nómina en una obra pública, pero solo había 6 o 7 ¿corrupción?
#5 o carreteras cortadas por la nieve y hicieron bien en no ir
#5 Mi padre y algunos de mis tíos me contaron que estando en sus milis, tras la guerra civil, era común que si un cuartel tenía mil soldados en la realidad se alternaban, cada mes, quinientos de permiso y quinientos presentes.
Los mandos recibían comida para mil soldados y revendían las tres cuartas partes en el mercado negro. A los quinientos que estaban en el cuartel también les daban menos comida, uniformes, botas... Todo lo que se pudiera vender de estraperlo.
#11 Por ahí iba yo, más o menos. Aunque más por inflar número de trabajadores y quedarse las nóminas, vaya usted a saber.
#5 Los trabajadores seguramente eran sólo eso: "trabajadores rasos", (no "funcionarios"). (El artículo tampoco ofrece información al respecto).
Y en cualquier caso, se ve que se trataba de trabajadores sin un pelo de tontos, y que sabían cuidar bien de su propio pellejo.
Puestos a criticar, habría que criticar el funcionamiento de las administraciones y las decisiones de los jefazos y superiores al cargo de las mismas, dado que:
1.- Nadie parecía estar al tanto de cómo, dónde o qué hacía el personal a su cargo.
2.- A nadie se le ocurrió levantar el teléfono y llamar a las familias de los trabajadores, o enviar a alguien a sus casas para recabar información previa. (Antes de armar tanto alboroto).
3.- Que la mitad de los militares se quedasen por el camino (por "indisposición"), y que un capitán perdiese una de sus botas, tampoco dice nada bueno de las instituciones de la época.