Hace 2 años | Por --546793--
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Ya hay muchos actos de resistencia contra el sistema judicial, y millones de personas que se entienden en guerra con la policía o con al menos algunos aspectos del Estado. Lo que se necesita no es que su enemigo sea aconsejado sobre formas más humanas de tratarlos, ni siquiera que estos millones sean estudiados por algún académico progresista lo suficientemente audaz como para reconocer su existencia -el estudio probablemente no les servirá de nada, pero será útil para las agencias gubernamentales encargadas de analizar y socavar estos elementos sociales incontrolables. Lo que hace falta es la solidaridad: más que particularizar, unirse para crear una fuerza colectiva capaz de cambiar esta realidad desde abajo.

Mi objetivo al escribir este artículo es posibilitar la acción, no producir un discurso. Ver con nuestros propios ojos, en lugar de deshumanizar los conflictos sociales, puede ayudarnos a actuar con mayor eficacia y honestidad. Darnos cuenta de que es nuestra responsabilidad tomar las cosas en nuestras manos en lugar de llamar a un actor más poderoso para que resuelva un problema nos permite enfrentarnos a la configuración institucional que causa o exacerba muchos de los peores problemas de la sociedad. Creer que podemos sobrevivir a la represión en que incurrirá este camino puede darnos el valor de hacer lo que hay que hacer.

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Harold Barclay, 1982. People Without Government: An Anthropology of Anarchy, Londres: Kahn and Averill.

Jamie Bissonette, 2008. When the Prisoners Ran Walpole: A True Story in the Movement for Prison Abolition, Cambridge: South End Press.

Christopher Boehm, 1993. «Egalitarian Behavior and Reverse Dominance Hierarchy» (Comportamiento igualitario y jerarquía de dominación inversa), Current Anthropology, Vol. 34, nº 3, junio de 1993.

Michel Foucault, 1977. Disciplina y castigo: el nacimiento de la prisión. Nueva York: Pantheon Books.

Peter Gelderloos y Patrick Lincoln, 2006. World Behind Bars: The Expansion of the American Prison Sell, Harrisonburg, Virginia: Signalfire Press.

David Graeber, 2004. Fragments of an Anarchist Anthropology, Chicago: Prickly Paradigm Press.

Derrick Jensen, 2004. A Culture of Make Believe, White River Junction, Vermont: Chelsea Green.

Thomas Mathiesen, 1974. The Politics of Abolition, Londres: Martin Robertson.

James C. Scott, 1998. Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed, New Haven: Yale University Press.

James C. Scott, 2005. «Civilizations Can’t Climb Hill: A Political History of Statelessness in Southeast Asia», conferencia en la Universidad de Brown, Providence, Rhode Island, 2 de febrero de 2005.

Dennis Sullivan y Larry Tifft, 2001. Restorative Justice: Healing the Foundations of Our Everyday Lives, Monsey, NY: Willow Tree Press.

E.P. Thompson, 1975. Whigs and Hunters: the origin of the Black Act, Londres: Allen Lane.

Kristian Williams, 2004. Our Enemies in Blue, Brooklyn: Soft Skull Press.

[1] La modernización está impulsada por un discurso lleno de críticas específicas, que toman como objetivo máximo el bien de la propia institución, su funcionamiento efectivo y continuado, mientras que una verdadera crítica de una institución debe levantarla por sus propias raíces e incluir la posibilidad de descartarla al completo, si se descubre que entra en conflicto con los objetivos independientes que los que formulan la crítica han priorizado.

[2] Un código se distingue de una norma por la forma en que se recuerda, se interpreta y se aplica.

3] En muchas sociedades, ciertas sanciones eran prerrogativa de un género o grupo de edad, aunque en las sociedades antiautoritarias tales distinciones solían estar más cerca de las generalizaciones o normas que de las categorías esenciales [4].

[4] Como anarquista, utilizo el concepto de «Estado» de forma diferente a como lo suelen entender los antropólogos. Como estamos interesados en una crítica unificada de las jerarquías coercitivas y autopercibidas mientras que ellos están interesados en las jerarquías diferenciadas, nuestro uso es más amplio y encuentra sus primeras apariciones más atrás en la historia.

[5] David Graeber (2004) escribe sobre la democracia como una formación militar, con referencia a los antiguos griegos. En esta etapa, la justicia y la guerra no estaban tan alejadas. En Atenas, junto a la Acrópolis se encuentra el Areópago, la colina dedicada a Ares, el dios de la guerra y las ejecuciones. El Areópago era utilizado por un culto justiciero de ancianos que juzgaban y castigaban a los criminales. En la actualidad, el sistema de justicia penal se ha descrito a menudo como una ocupación militar o una guerra doméstica contra las comunidades pobres y de color (para un ejemplo, véase Gelderloos y Lincoln, 2006)

[6] Obsérvese que las clases sacerdotales masculinas de las sociedades patriarcales de la época a la que debemos esta estatua-personificación de la justicia cooptaban con frecuencia los símbolos femeninos de la fertilidad. Su capacidad para aprovechar estos símbolos llegó a simbolizar el nuevo poder masculino.

7] Por supuesto, hay innumerables ejemplos de acción directa y de victorias de acción directa a lo largo del movimiento por los derechos civiles; sin embargo, la dirección del movimiento subordinó continuamente estas acciones, que a menudo eran espontáneas, a su estrategia de negociación [8].

[8] También me gustaría argumentar que se trata de personas que operan en la parte más baja de las etapas de desarrollo moral de Kohlberg, los que toman decisiones sobre la base de la recompensa o el castigo, los que hacen lo que hacen porque es su trabajo, los burócratas banales descritos por Hannah Arendt.

[9] Para la elaboración de este tema, un amigo mío que estudia la justicia penal en la academia recomienda Malcolm Feeley, 1979. The Process is the Punishment, Nueva York: Russell Sage Foundation.

[10] Las citas son de la acusación inicial presentada por el fiscal.

[11] La responsabilidad se juzga en función de los beneficios que se obtienen de la acción dañina, del poder que se ejerce en la realización de la acción dañina y del acceso a la información sobre el daño que se tiene. El problema del cambio climático no es el producto de la personalidad de ciertos individuos, es el producto de la lógica capitalista de producción y de los valores occidentales en cuanto a las relaciones humanas con el medio ambiente, todo ello reproducido en las acciones y decisiones de todos dentro de la sociedad. La participación en la destrucción del planeta está repartida, pero la responsabilidad está concentrada. Una persona común debe arriesgar su libertad y, con suerte y buena planificación, puede cerrar una central eléctrica de carbón durante un día. La ejecutiva de una compañía eléctrica sólo tiene que arriesgar sus ridículos privilegios financieros y podría cerrar muchas centrales eléctricas y crear una onda mucho mayor en la conciencia pública.

[12] Creo que no es poca la importancia de la diferencia de uso que tiene esta palabra para nosotros y para los académicos. Lo más significativo es que el significado es el mismo: «los que hablan con las autoridades».

Traducido por Jorge Joya

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No está muy bien traído lo de poner a los Navajos como ejemplo de justicia. ¡Pobres navajos! Robados y sometidos por un estado poderoso y violento.
Hoy en día, en un mundo globalizado en que el poder de los mismos estados es cuestionado por su sometimiento a otros estados más poderosos por medios coercitivos militares y económicos, o más recientemente, por su sometimiento a poderosas multinacionales principalmente mediante la presión económica, me parece muy ingenuo hablar de la justicia del pueblo navajo.