Hace 8 años | Por sinanpacha a nowiknow.com
Publicado hace 8 años por sinanpacha a nowiknow.com

En las mismas fechas en las que Pankust y sus partidarias libraban sus más duras batallas contra la policía –perdiendo a menudo-, encontraron una aliada en una mujer llamada Edith Garrud. Ella y su marido, un profesor de educación física llamado William, habían estudiado juntos artes marciales y habían alcanzado el rango de maestros de jiu-jitsu. En 1911, Edith comenzó a ofrecer clases para mujeres sufragistas exclusivamente (llamadas “suffragettes”), enseñándoles cómo defenderse a sí mismas contra los agentes de la ley. TRADUCCIÓN EN #1

Comentarios

sinanpacha

TRADUCCIÓN: Peleando por el derecho a voto:
En 1918, el Reino Unido aprobó la Ley de Representación de la Gente , que tuvo como consecuencia una importante revisión del sistema de voto británico. La ley aumentó dramáticamente el número de hombres que podían votar y, por primera vez, garantizó el derecho de voto a un porcentaje de las mujeres. En este caso, dicho derecho se limitó solamente a cierta clase socioeconómica femenina, pero fue suficiente para convertir a las mujeres en el 43% del electorado. Una década después el Parlamento aprobó la Ley de igualdad de voto de 1928, que daba a las mujeres el mismo derecho de voto que a los hombres. Estos derechos, sin embargo, tuvieron que pelearse con dureza.
Literalmente.
En todo el mundo, la mayoría de los partidarios del sufragio femenino actuaron a través de la retórica y, hasta donde era posible, de maniobras políticas. Pero en el Reino Unido las tácticas usadas por las sufragistas fueron, a menudo, bastante menos pacíficas. Las protestas no violentas fueron habitualmente enfrentadas por el estado con la violencia y muchas mujeres defensoras del voto femenino decidieron no quedarse atrás. Según recoge Mental Floss (link), desde principios a mediados de la década de 1910 un grupo de sufragistas, dirigidas por una mujer llamada Emmeline Pankurst, se echó a la calle para mover al país , físicamente, hacia la igualdad. “Pankurst y sus manifestantes eran radicales, incendiando buzones, arrojando “bombas de harina” al primer ministro y destrozando los escaparates de los tenderos que se negaban a apoyarlas”. Y cuando las autoridades persiguieron a Pankurst y compañía, las mujeres tenían algo que ofrecerles: jiu-jitsu.
En las mismas fechas en las que Pankust y sus partidarias libraban sus más duras batallas contra la policía –perdiendo a menudo-, encontraron una aliada en una mujer llamada Edith Garrud. Ella y su marido, un profesor de educación física llamado William, habían estudiado juntos artes marciales y habían alcanzado el rango de maestros de jiu-jitsu. En 1911, Edith comenzó a ofrecer clases para mujeres sufragistas exclusivamente (llamadas “suffragettes”), enseñándoles cómo defenderse a sí mismas contra los agentes de la ley, esto es, contra hombres entrenados que normalmente eran más fuertes y estaban acostumbrados al uso de la fuerza. Las mejores estudiantes de Garrud se convirtieron en lo que The Guardian (link) describió como un grupo de élite compuesto por unas 30 maestras de jiu-jitsu que actuaban como guardaespaldas de sus compañeras.
Garrud raramente tomó parte en las protestas de Pankhust –las sufragistas no querían arriesgarse a que arrestasen a su “arma secreta”, así que Garrud raramente se unió al combate-, pero –como se ven en la viñeta que acompaña al artículo-, representaciones de Garrud y sus discípulas aparecieron en viñetas políticas locales. De acuerdo con la BBC (link) el hecho de que las suffragettes practicasen el jiu-jitsu influyó en el léxico de la época, con la incorporación de la palabra “Suffrajitsu”.
Aunque las enseñanzas de Garrud ayudaron al movimiento sufragista, ella misma nunca se convirtió en una figura pública. Ella y su esposo cerraron su dojo hacia 1925, después de que algunas mujeres ganasen el derecho de voto, pero antes de que la verdadera igualdad llegase al sufragio. No participó abiertamente en política tras esa fecha y murió en 1971, a los 99 años de edad.
Bonus fact: La última nación europea que concedió el derecho de voto a las mujeres fue Liechtenstein, en 1984. Fue la cuarta ocasión en la que se hizo un referéndum nacional sobre el sufragio femenino, y el resultado fue ajustado, con 2370 votos a favor y 2251 en contra. Como en los dos intentos anteriores (1971 y 1973), solamente los hombres pudieron votar. El primer intento, en 1968, fue diferente: las mujeres pudieron participar y lo hicieron más mujeres (2507) que hombres (2228). A pesar de ello, salió el “no”. Los hombres votaron en contra de conceder el voto a las mujeres en una proporción de 2 a 1. Las mujeres, por su parte, se dividieron por la mitad (1268 votaron por poder votar, pero 1241 votaron por no permitirse a sí mismas votar de nuevo). Ganó el “no” por un 9%.

sinanpacha

Anda que no vendría bien a cierto comentaristas encontrarse con las 30 sufragistas expertas en jiu-jitsu por meneame. Ibáis a aprender latín, majos.