Publicado hace 10 años por Jesús_Mora a todaunaamalgama.blogspot.com.es

Desde los orígenes de las Olimpiadas, siempre al ganador de las distintas competiciones se le ha condecorado con algún signo que luciera y abanderada la victoria del deportista. En las antiguas y clásicas Olimpiadas, únicamente se entregaba una corona de olivo sagrado, ya que no fue, hasta el comienzo de los Juegos Olímpicos contemporáneos, en Atenas 1896, cuando se entregaría al vencedor, junto a una rama de olivo, una simbólica medalla de plata (y una medalla de bronce al segundo).

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