Era medianoche y llovía sobre Estocolmo. El tren acababa de ponerse en marcha y aún se movía lento. Estábamos cansados, había sido un día muy largo. Habíamos volado de Dublín a Amsterdam, de ahí a Estocolmo, y todavía nos quedaban seis horas de tren hasta llegar a Östersund. Contemplábamos la noche desde la ventana y recordábamos años pasados.
Comentarios
Me encanta la manera de escribir de este hombre,