Para muchos, de hecho, la única opción moralmente aceptable es la que, supuestamente, conduce a minimizar el coste en vidas humanas al precio que sea. Pero, si se ha seguido el argumento anterior, se entenderá que, de actuar de esa forma, bajo ciertos (quizás pesimistas) supuestos podría ocurrir que nunca pudiésemos volver a la “vida normal”. La razón es que bajo condiciones muy estrictas de confinamiento y distancia entre personas, los contagios llegarían prácticamente a desaparecer, por lo que apenas aumentaría el número de personas inmunes,
Comentarios
Ni siquiera se sabe si existe la inmunidad. Probablemente, no.
#3 Es mas,.. se podria ser inmune una temporada y la siguiente volver a caer como pasa con la gripe. Pero ya se sabe que muchos que lo han pasado vuelven a recaer y se cree que permanece en el sistema nervioso.
El discurso de la vacuna tiene un fallo serio. Si fuera posible fabricar una vacuna, aún tendríamos que producir una dosis por persona y distribuirlas (por la fuerza, claro, ya que no todo el mundo querrá inocularse una sustancia nueva, desconocida, y potencialmente peligrosa).
Pero aquí está el punto clave: si suponemos que podemos aplicar a cada habitante de España (o del planeta) una vacuna eficaz que no existe, entonces podríamos también aplicar a cada habitante de España (o del planeta) un test que sí existe. Y eso significa que podríamos aislar por completo a los positivos asintómaticos, tratar a los sintomáticos, y en 2 o 3 meses (o mucho antes) el virus habría desaparecido por completo.
Y aquí viene la pregunta, ¿por qué no queremos hacer eso? ¿Por qué preferimos alimentar la fantasía irracional de que la vacuna nos salvará a profundizar en la realidad de que los tests permiten aislar a los positivos hasta que el virus desaparezca por completo?
Me parece que es una pregunta que vale la pena hacerse ahora. No hay por qué esperar un año para empezar a reflexionar sobre ello.
Si los contagios desaparecen no hay necesidad de inmunidad.
#1 El artículo es bastante más que la entradilla.