No se trata de restar gravedad a lo sucedido en la última etapa de la Vuelta —policías heridos, ciclistas obstaculizados, espectadores amedrentados—, sino de subrayar que la hipérbole política no tiene límites cuando se trata de rentabilizar el dramatismo y el calentón electoral. Madrid no es Sarajevo porque en Madrid no se muere por ir a comprar pan. Porque en Madrid no hay francotiradores en la Castellana ni morteros en Atocha. Porque en Madrid se vive un conflicto político, no un exterminio.