“La Paris-Roubaix c’est la Paris-Roubaix”, suelen decir aficionados y ciclistas para definir esta prueba legendaria, posiblemente la más emblemática de las llamadas clásicas, una carrera que irradia riesgo, dificultad, belleza e historia por todos sus rincones.
Una carrera llamativa, al tener bastante pavés y pasarlo a bastante velocidad, el ciclista deja de notar los huevos por dos semanas después de disputarla.
“Es un montón de mierda, es un completo montón de mierda... trabajas como un animal, no tienes tiempo para mear y te lo haces encima... Corres sobre el barro, resbalándote... es un montón de mierda, debes limpiarte un poco o te vuelves loco...”.
El periodista le pregunta: “¿Volverás a correrla otra vez?”,
Y Rooy responde: “¡Claro! ¡Es la carrera más bonita del mundo!”
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Una carrera llamativa, al tener bastante pavés y pasarlo a bastante velocidad, el ciclista deja de notar los huevos por dos semanas después de disputarla.
Como dijo Theo de Rooy, tras ganarla en el 85:
“Es un montón de mierda, es un completo montón de mierda... trabajas como un animal, no tienes tiempo para mear y te lo haces encima... Corres sobre el barro, resbalándote... es un montón de mierda, debes limpiarte un poco o te vuelves loco...”.
El periodista le pregunta: “¿Volverás a correrla otra vez?”,
Y Rooy responde: “¡Claro! ¡Es la carrera más bonita del mundo!”