El otro privilegio, registrado en una imperial cédula, fue la incorporación de la provincia de Tlaxcala a la Corona de Castilla con carácter de inalienable, es decir, que no podría ser cedida ni como señorío, ni como encomienda ni como donación en ningún momento por ningún sucesor del césar Carlos. Esto implicaba que el gobierno indio, es decir, el patriciado de la civitas, solo rendiría cuentas directamente al rey de España y a su representante en Nueva España
Comentarios
La descripción del escudo es de una época en que la heráldica no tenía una terminología tan definida como hoy:
el campo colorado y dentro de él un castillo de oro con puertas y ventanas azules, y encima del dicho castillo una bandera con un águila negra rampante en campo de oro; y por orla, en cada uno de los dos lados de ella, un ramo de palma verde, y en lo alto de la dicha orla tres letras que son una I, una K, una F, que son las primeras letras de nuestros nombres y del príncipe D Felipe, nuestro muy caro y muy amado nieto e hijo, y entre estas letras dos coronas de oro, y de la parte de abajo dos calaveras de hombres muertos y entre ellas dos huesos de hombres muertos atravesados a manera de aspa que vuelvan a color amarillo; la cual dicha orla tenga el color de plata según que aquí van figuradas y pintadas
En terminología actual quedaría más o menos así:
De gules, un castillo de oro aclarado azur, de cuya torre central sale una bandera de oro cargada de un águila de sable. Bordura cosida de plata, cargada en jefe de las letras I, K, F de oro separadas por dos coronas reales abiertas de lo mismo, en los costados de palmas de sinople, y en punta de dos calaveras de oro separadas por dos huesos de lo mismo puestos en aspa.
Todo esto sin pararnos a considerar la violación descarada de la regla de los esmaltes: no se permite color sobre color, ni metal sobre metal.