El carácter asocial y caníbal de las mantis dice mucho sobre el tipo de animal que es: un depredador en estado puro, una pequeña máquina de matar que no perdona ni a sus congéneres. Es hasta posible que ni siquiera sean capaces de reconocer a sus congéneres como tales. Hasta ahora nadie ha conseguido detectar indicio alguno de comunicación social entre dos ejemplares. En épocas pasadas, los entomólogos se preguntaban cómo era posible que dos mantis se pusieran de acuerdo para copular. La respuesta resultó ser sencilla: no se ponen de acuerdo.
Comentarios
Mi favorita, la mantis orquídea, que cosa más bonita.
#3 Belleza asesina ❤ ️
Largo, nutrido, amenísimo y preciso artículo para saberlo absolutamente todo sobre estos simpáticos bichejos.
Por cierto, a mí de niño me acojonaban un rato, pero resulta que:
"Las mantis son totalmente inofensivas para los humanos y nunca nos atacarán salvo que insistamos en molestarlas más de la cuenta, haciendo que se sientan en inmediato peligro. Si un humano no las molesta, se limitarán a hacer como que el humano no está ahí. Sin embargo, incluso en el raro caso de que las importunemos hasta el punto de que intenten atacarnos, ni sus pinzas ni sus fauces tienen suficiente fuerza para atravesar nuestra piel."
¡Wow! Dos negativos. No sabía yo que hubiera tanto enemigo silencioso de las mantis. Así me quedo:
#2 es por el titular, seguramente. El artículo podrá ser genial pero el titular es como no sé. Pero yo no he votado negativo.
O a lo mejor tienes ya ungrupito de anti-tú.
#7 El artículo está estupendo, por eso lo he mandado. No soy yo muy fan de la Jot Down, pero este me ha ganado.
Que vida, primer y último polvo.
Las ninfas tienen como primeras presas a sus propias congéneres. Las que sobreviven a esta primera criba en forma de canibalismo fratricida crecen durante el resto de la primavera y del verano.
Entre esto y que se papa al macho mientras copula... no me caen simpáticas.
No sé si entre ellas se relacionan, pero con mis gatos lo pasan pipa... aunque suelen acabar mal paradas por esa manía de los felinos de jugar con sus amigos de una forma digamos que poco delicada