Hace 2 años | Por --355188-- a lavanguardia.com
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Si los grandes festivales internacionales son como las olimpiadas del cine, los japoneses se convirtieron en campeones cuando Rashomon obtuvo el León de Oro en Venecia. Al año siguiente, Kenji Mizoguchi cosechó otro importante trofeo con La vida de Oharu, mujer galante (1952), sobre la trágica historia de una geisha, y se convirtió en un habitual del Lido veneciano. Tampoco tardó en llegar la Palma de Oro cannoise con La puerta del infierno (1954), de Teinosuke Kinugasa, una de samuráis a todo Fuji-color especialmente concebida para gustar a