¿Cómo puede un corazón tan pequeño e inexperto recitar o dibujar pasiones tan tremendas? Ese es el caso del artista sueco Sebastian Eriksson, quien a sus 18 años se ha dado a conocer en el mundo del arte gracias a sus surrealistas y oscuras pinturas con las que intenta reflejar las angustias que lleva por dentro. Imágenes alucinadas que para él son una manera de decir al mundo qué le duele, qué le molesta o cuánto sufre.