
Me gusta mucho el trabajo de Hari Ren, un artista británico que ha construido un universo propio a medio camino entre la distopía obrera y el cuento folclórico. Nació en Stalybridge, en el norte industrial de Inglaterra, rodeado de fábricas textiles, chimeneas y un paisaje que olía a aceite y hollín. Ese entorno —y el hecho de haber crecido en una familia trabajadora— impregna toda su obra. En sus ilustraciones se mezclan ruinas industriales, barrios obreros, cables, cámaras de vigilancia y un tipo de belleza rota que parece resistirse al olvido.
Ha inventado una ciudad ficticia llamada Harrowden, que funciona como escenario de sus creaciones: un lugar donde lo mecánico y lo humano se confunden, donde la historia de la clase trabajadora se transforma en un mito oscuro. Todo en Harrowden tiene algo de pesadilla fabril, pero también de elegía. Sus imágenes no son solo críticas, son también homenajes: a los oficios perdidos, a las manos manchadas, a la dignidad que persiste incluso entre los escombros.
El rojo aparece en muchas de sus obras como una advertencia y como una llamada. Viene de su pasado en el diseño anarquista, del imaginario de las camisetas rojas y negras, pero también de una pulsión visual muy fuerte: el rojo como sangre, como fuego, como señal. A través de él, Ren convierte cada fábrica en un altar y cada torre de refrigeración en una catedral profana.
Sus influencias son claras —Orwell, Dickens, el punk—, pero las ha llevado a un terreno visual poderoso, melancólico y político. Harrowden es, al final, una metáfora del presente: un mundo en decadencia que los poderosos remiendan con vigilancia y control. Por eso, más que un artista, Hari Ren parece un cronista del colapso, un testigo que dibuja lo que queda cuando la máquina se rompe.
Aquí os dejo su IG: www.instagram.com/harir3n/
Esa generación se pasó gran parte de sus años intentando recobrar los sueños de los que perdieron la guerra. Y sólo consiguieron morir de sed, porque los sueños de los muertos son un pozo seco.
Diccionario Jázaro. Milorad Pavic.
menéame