(Te copio el titular para unificar y que no sea esto una jaula de grillos. Que me conozco, jajajaja.)
Siguiendo el hilo de @Feindesland.
La historia. El gran problemón. Tener algo que contar. No siempre se tiene y muchas veces la chispa surge de cualquier cosa, en cualquier momento, muchas veces el truco de... “¿qué pasaría si...?” Funciona. No siempre.
Las ideas pueden surgir al leer una noticia en prensa: “El cerebro después de medianoche: por qué pensar de noche puede ser peligroso” (titular de prensa real) con ese titular podemos imaginar una historia de terror, drama puro y duro o comedia. Depende lo que queramos narrar, contar, explicar a los demás. Siempre y cuando nos surja alguna idea al respecto, si no, es un simple titular que no tendrá recorrido mental.
Usar el truco de “¿qué pasaría si...?” funciona pero hay que tener cuidado con lo que llamo enamorarse de las propias ideas. Hay que tener mucho cuidado con las ideas, porque lo que nos puede parecer una idea muy buena, puede ya estar contado en otra obra conocida. Por ejemplo (simplón). Una niña va a llevarle comida a su abuela y un lobo, disfrazado de abuela, se la quiere comer. Evidentemente como idea no vale. Siempre hay recursos, como contar esa misma historia desde el punto de vista del leñador, qué hace ese día, cómo es su familia, si tiene o no afilada el hacha, etc. Este ejemplo es muy simple, pero para que se entienda. Una vez que se tiene una idea, hay que pensar muy por encima en el género que queremos usar o que nos puede demandar la historia. Ojo, hay que atar en corto a la historia, que si no nos puede comer vivo.
Una vez elegido (más o menos) el género, uno debe plantearse qué se quiere contar con esta historia. El ETHOS, la moraleja. “El mal nunca triunfará.” “El mal es el que triunfa siempre.” “Los malos no son tan malos.” “Los buenos no son tan buenos.” Ejemplos tontos punto com.
Ahora se crean los personajes. ¿Cuántos? ¿Muy coral? ¿Intimista? ¿Quién es el o la protagonista? Etc. Se hace una pequeña ficha de cada personaje para no perderse en el camino. Ojo con los nombres de los personajes. No es lo mismo que el protagonista se llame Anselmo, que José Vicente, que... Arthur. Todo modifica la percepción del lector. Ana Martínez no es lo mismo que Genoveva de Rascafría y Cienfuegos.
Es importante elegir bien la época en la que sucede la historia, obviamente no es lo mismo un drama amoroso en la España de 1936, que en los EEUU en 1960, que en una nave espacial en el año 2100... Obvio. Para ello debemos elegir una época y entorno que controlemos un poco o que tengamos mucha documentación a mano. También es importante que la época de por sí sea interesante para el lector o al menos para muchos lectores. No es que haya épocas malas pero sí actitudes sociales o dinámicas que pueden hacer reflexionar al lector y otros tiempos más complicados para contar lo que se quiere narrar.
¿Por qué queremos contar ESA historia y no otra? Ah, gran pregunta. Como dice el colega: “La historia puede tener como finalidad convencer o sensibilizar a alguien de algo, lo que es proselitismo, activismo, religión, compromiso político, o trabajo social, o puede pretender simplemente entretener al lector, lo que no deja de ser una forma de trabajo social también, misericordia, caridad, o humanismo. Lo importante es saber lo que uno está haciendo, por qué lo haces, y reconocer que es imposible separar ambas facetas, porque como te dediques solamente a una de ellas, serás un escritor malo.”
Añadiría que es virtualmente imposible separar una faceta de la otra. Todo lleva su carga ideológica.
Emisor-medio-receptor. Teoría básica de la comunicación. La importancia de conectar con el lector, el medio al servicio del autor. Idea e ideología del emisor. Esto es un rollo teórico que no viene al caso profundizar demasiado. Digamos que lo primero, primero, primero es escribir para que todo el mundo te entienda. O el máximo número de lectores. El medio es la novela escrita, la palabra escrita. Es importante saber que uno no piensa como escribe ni como lee. El pensamiento debe pasar por un filtro concreto para ser convertido en texto escrito. Y ahí lo dejo que me meto en teorías aburridas. Escribir para que se entienda.
A lo mejor tendríamos que haber empezado poe aquí, pero ahora que ya hemos echado un vistazo a las historias, a las que vale la pena escribir y a las que no, puede ser un buen momento para preguntarnos por qué pondríamos por escrito esa idea que se nos ha ocurrido.
Como para toda acción humana, cabe señalar aquí las seis motivaciones básicas que tabnto empleamos en márketing y que deben entenderse siempre en sentido amplio, o desglosarse en otras que tomen estas como punto de referencia.
-Seguridad.
-Afecto.
-Bienestar
-Orgullo.
-Novedad.
-Economía.
Por ejemplo, yo estoy escribiendo esto ahora mismo mayormente por bienestar. Llueve y paso el rato. Por seguridad, no lo veo. Afecto, un poco, a esta comunidad. Orgullo, puede que un poco, porque todos los que aporreamos tecklas somos un poco narcisistas y nos gusta que nos lean. Novedad y economía, ni de coña.
Parece una bobada, pero es bueno preguntarse a uno mismo por qué quiere escribir algo. Una razón muy común, en el epígrafe de bienestar, es la salud mental: hay mucha gente que escribe, que escribimos, por lo que se ahorra en psicólogos y psiquiatras. La escritura puede dar rienda suelta a un tipo de reflexión interior que no es posible, o es muy difícil por otros medios. La necesidad de codificar las ideas a través de un mecanismo distinto del natural, que es el verbal, obliga a elaborar esas ideas y enfrentarse a ellas desde otro ángulo. Por eso es todo un clísico que se pida a la gente con problemas personales ponerlos por escrito, o escribir su propia historia, antes de acudir a un profesional, o incluso después. Y no es necesario que el producto de esa escritura perdure: se puede quemar después, porque el efecto ya está hecho.
Si escribes para ti mismo la historia de tu divorcio, por ejemplo, y eres un poco honrado, no te deslomarás de la risa al leer la historia en voz alta. Si lees el texto en voz alta y no te lo crees, o te parece una mala narración, puedes pensar que algo no ha fue como siempre pensaste. Por extraño que parezca, hay gente que ha descubierto de este modo que se estaba mintiendo a sí mismoa.
Por lo que tengo visto en todos estos años, las motivaciones más corrientes de la gente que escribe son:
-Fama.
-Dinero.
-Necesidad de comunicar algo.
-Motivación artística.
-Conocimiento personal. Escribir como análisis o catarsis personal.
Si no estás en ninguno de esos grupos, desconfía.
Este artículo es casi una repetición de uno anterior, y lo coloco aquí con la intención de que el curso completo tenga una consistencia. Llmarole curso es una pretensión excesiva, porque los que swcribimosno tenemos categoría para considerarnos maestros d enada. o al menos yo, no la tengo. Le llamo así, por la osadía, que es mucha, no por la categoría.
Siguiendo la idea del amigo @ContinuumST, y también su guión, expresado aquí, comienzo, por comenzar de algún modo, con su primer punto.
¿Qué es una historia?
Yo de eso del logos, el pathos y demás terminología de análisis de textos no tengo ni idea. Mi formación académica es de economista por la rama de márketing, mi afición, la historia, y mi trabajo en el mundo real, desde que dejé el periodismo activo, tiene más que ver con mierdas informáticas y cuestiones institucionales que con el análisis literario. Yo simplemente leo y escribo y tengo una experiencia del copón, aunque eso no signifique que haya mejorado con los años. Ojo al detalle.
Para mí, una historia es simplemente el resultado de la voluntad de comunicación, más allá de la simple transmisión instrumental de hechos y datos necesarios para la vida cotidiana. la gente quiere decirse cosas, de manera directa o con rodeos, de manera explícita o implícita, y lo que se cuentan son historias.
Los seres humanos nos contamos historias desde tiempos inmemoriales, y nos las contamos por muchos y diversos medios, desde la tradición oral a las pinturas rupestres. No voy a ponerme a hacer un recorrido por la historia de la narrativa, porque hay libros buenísimos sobre eso y hay gente por aquí que sabe más que yo de eso. Preguntadle a @Artikan, por ejemplo.
La cuestión práctica, que a eso vamos, es que cuando te pones a contar una historia tienes que tener muy clara cual es la idea que pretendes transmitir de tu mente a la mente de los demás, e incluso a eso que llaman la mente colectiva. Si vas a contar una historia es porque tienes algo que decir, y crees que le puede interesar a otros. Por eso me molestan tanto las narraciones autofeolativas, contemplativas, del que se la casca ante el espejo y escribe lo que siente. Ya sé que la introspección también es un género, pero como el artículo lo estoy escribiendo yo, pues me cisco intensamente en la introspección.
La historia es, por tanto, el instrumento elegido para transmitir a otros una idea, una propuesta, una sensación o una experiencia que el otro pueda aprovechar de algún modo. Lo ideal de la historia es que sea transformadora: que el otro cambie algo dentro de sí mismo tras leerla, sabiéndolo o sin saberlo; que el otro la confronte con su propio modo de ver el mundo y se reafirme o se amolde en alguna medida.
Si escribes historias que no van a cambiar a nada ni a nadie, entonces es como si escribieras instrucciones para sonajeros, cosa que también es muy digna, pero no es escribir historias.
La historia puede tener como finalidad convencer o sensibilizar a alguien de algo, lo que es proselitismo, activismo, religión, compromiso político, o trabajo social, o puede pretender simplemente entretener al lector, lo que no deja de ser una forma de trabajo social también, misericordia, caridad, o humanismo. Lo importante es saber lo que uno está haciendo, por qué lo haces, y reconocer que es imposible separar ambas facetas, porque como te dediques solamente a una de ellas, serás un escritor malo.
No esw posible escribir sólo para entretener, porque toda visión del mundo tiene una faceta de activismo o propaganda. Y no es posible hacer sólo activismo, con moraleja, porque lo más probables es que en ese caso aburras a las ovejas y sólo te lean los de tu cuerda, lo que esterilizará cualquier esfuerzo transformador. ¿A quién vas a transformar si los que te leen ya piensan igual que tú?
Hasta aquí, mi visión de lo que es una historia y de lo que el autor debe plantearse antes de emprender la confección de una. Otro día hbklaremos de las ideas que sirven como historias y de las que es mejor rechazar desde un principio, para no naufragar en las arenas movedizas de la narrativa.
El término neotenia proviene de la biología y se utiliza para describir a especies que conservan rasgos infantiles o juveniles durante toda su vida. Si trasladamos el concepto al ámbito político, obtenemos una clave para comprender la idiocracia que domina el Congreso.
Ayer, Pedro Sánchez comparaba a Feijóo con Jar Jar Binks. Lo que parece un chascarrillo es, en realidad, la tónica habitual en el hemiciclo. El propio Feijóo acusaba a Sánchez de ser “el presidente de una cloaca”. Políticos supuestamente formados exhiben discursos y actitudes neoténicas —infantiloides, adolescentes—, para deleite de los medios y de sus votantes, también atrapados en un estado larvario perpetuo, como si de una clase de secundaria se tratase. Adolescentes granudos que peinan canas.
El contubernio mediático-político está clarinete. En una época en la que la lucha por el clickbait es atroz, los políticos ya no hablan para el ciudadano, sino para las cámaras y para X. Cuanto más sonoro el zasca, más rentable el titular. Los medios han decidido que es más lucrativo escribir para una mayoría neoténica que para un público maduro e inteligente: una especie en peligro de extinción.
¿A esto ha quedado reducida la política y la sociedad? ¿Nadie percibe que el mercado está relegando la inteligencia a rincones cada vez más ignotos?
La mercantilización de la idiocracia parece irreversible. Décadas de neoliberalismo han erosionado la educación y han producido adultos perpetuamente adolescentes, adictos al scrolling. Da igual si son sexagenarios o treintañeros: consumen basura que atrofia las neuronas como si de un menú de McDonald’s se tratara.
¿Qué futuro le espera a una sociedad neoténica?

menéame