Hace 11 años | Por winstonsmithh a nonada.es
Publicado hace 11 años por winstonsmithh a nonada.es

Cuando el Padre Vicent llegó, Turballos era una aldea despoblada debido a la emigración. No vivía nadie, sólo Fuensanta pacía su rebaño por aquellas tierras. Fue por el 1970 cuando este cura de la Diócesis de Valencia y algunos matrimonios se aventuraron en la experiencia de crear una comunidad autosuficiente. Querían construir un pueblo valenciano y ecológico. En su iglesia prerrománica las mujeres y los hombres son iguales, no hay jerarquía entre aquellos que participan en la homilía y todos sientan a la misma altura, incluido el cura.

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winstonsmithh

Cuando el Padre Vicent llegó, Turballos era una aldea despoblada debido a la emigración. No vivía nadie, sólo Fuensanta pacía su rebaño por aquellas tierras. Fue por el 1970 cuando este cura de la Diócesis de Valencia y algunos matrimonios se aventuraron en la experiencia de crear una comunidad autosuficiente. Querían construir un pueblo valenciano y ecológico.

El lugar estaba en ruinas cuando se establecieron en esta pedanía de Muro de Alcoy, así que se pusieron en marcha. Levantaron las casas, empleando materiales tradicionales, y aprendieron a trabajar la tierra como antaño. Empezaron a utilizar la almazara para hacer el aceite y encargarse de los animales, pero sin alimentarse de ellos puesto que eran vegetarianos. “Quién quiera comer pan, debe de saber hacer pan”, decían los miembros de esta comunidad. Así que todos y todas tuvieran que aprender a hacer todo, sin excepción. Y poco a poco Turballos aconteció un lugar al que acudir para organizar talleres, conferencias o encuentros, como el Intercambio de Semillas Tradicionales que se celebra desde hace cinco años por febrero.

Han pasado más de tres décadas desde que esta comunidad optó por la sencillez y la no-violencia como forma de vida, y a pesar de que actualmente sólo viven allí dos familias, resisten. Con 85 años los valores del Padre Vicent permanecen intactos. Cuenta que ellos no creen en el dinero, y que juntos hacen frente al individualismo y al consumismo. Viven del trabajo manual y de la artesanía porque no quieren contribuir a la explotación del Tercer Mundo. Cada día comen juntos, reciclan todo aquello que está a su alcance e intentan prescindir del que no es estrictamente necesario. De hecho, hasta que no se los concedió una subvención para instalar placas fotovoltaicas no tenían ni electricidad.

Una enorme placa en la plaza declara abiertamente que Turballos es un pueblo “desnuclearizado y desmilitarizado”. Antes estaba instalada fuera del pueblo pero la trasladaron porque “la echaban a perder” rememora el alcalde pedáneo, Salvador Balaguer. Y es que esta comunidad también tiene detractores. Gente a quien no le gusta el olor que desprenden la lamazara y los animales, o que simplemente no coincide ideológicamente con ellos.

Salvador no es uno de ellos, pero tampoco forma parte de la comunidad. Él nació a *Turballos y allí se ha quedado a vivir. Tiene 31 años y trabaja en Muro de Alcoy pero ha crecido siendo testigo de cómo “ayudan a personas sólo pidiendo a cambio que colaboran en sus tareas diarias”. Todo y que también observa que la carencia de medios hace que mucha gente no pueda establecerse allí definitivamente.

Situado entre Gaianes y Setla de Nunyes los orígenes de esta pedanía, denominada entonces ‘Torbayllos’, son preislámicos. La cronista oficial de Muro de Alcoy, Elia Gozálbez, cuenta que después de ser conquistada por el rey Jaume I, y de haber sufrido sucesivas ventas, fue adquirida por el conde de Cocentaina pasando a formar parte del Comtat. El despoblamiento es una constante en Turballos, tanto que por el año 1515 se trató de paliar la situación, rememora la cronista, invitando a 25 vecinos de Muro a repoblar el lugar dándolos a cambio numerosos ventajas. Con la expulsión de los moriscos de 1609 de nuevo el índice demográfico recibiría un golpe de gracia condenando en el pueblo a la soledad. La recuperación fue lenta y sólo se percibiría una mejora entre los siglos XVIII y XIX, aunque este incremento poblacional no sería suficiente para obtener la independencia, pasando a pertenecer en primer lugar en Setla y después en Muro.

Una iglesia donde no se discrimina

La iglesia prerrománica dedicada en Sant Francesc de Paula y la sala Gandhi, que suele utilizarse para llevar a cabo todo tipo de talleres y actividades gratuitas, son dos de las señales de identidad de la pedanía.

En este templo las mujeres y los hombres son iguales, no hay jerarquía entre aquellos que participan en la homilía y todos sientan a la misma altura, incluido el cura quien opina que cobrar para oficiar una misa o un entierro es una absoluta profanación, motivo por el cual no disfruta de la simpatía de muchos antiguos compañeros.

Alejado durante toda la conversación de discursos demagógicos, y palabras vacías, el Padre Vicent cierra la entrevista con una palabra poco habitual, desconocida: ‘concomitancia’. “Sabes qué significa esto? Pues que se tiene que acompañar las palabras de los hechos. Cómo comes, como trabajas… Hay que ser consecuente en todos los aspectos de tu vida. Por eso yo sólo creo en los hechos, del resto nada de nada. Cómo dijo Jesús de Nazaret: por sus obras los conoceréis”.