(...)Todo este proceso frente al que la administración se mantiene sorda y ciega voluntariamente, del que es consciente pero prefiere ignorar aun a sabiendas del resultado final, se nutre, como en casi cualquier aspecto de la vida pública cuando se desvirtúan sus principios básicos de servicio, del oscurantismo que rodea a la administración española (Burocrática hasta lo absurdo) y su proverbial falta de transparencia.
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