Hace 10 años | Por Marinmenyo a cultura.elpais.com
Publicado hace 10 años por Marinmenyo a cultura.elpais.com

Cuando ha ido al campo, sobre todo después de la lluvia. ¿Se ha detenido a oler el musgo para poder recordarlo después con exactitud? Cuando pela una manzana, ¿a qué huele exactamente la piel que le ha quitado? ¿Ha hundido su nariz por un momento, ha aspirado su fragancia para así grabarla en su memoria? Joffre Tarrida, sumiller de Cal Pere Tarrida (El Prat de Llobregat, Barcelona) y nueva Nariz de Oro 2013, nos hace esas preguntas y afirma que su talento para distinguir vinos no es tal, sino que radica en el ejercicio diario de oler.

Comentarios

esceptica

El olor es lo que más cuesta reproducir, ya que no se puede traducir con palabras: una persona huele distinta a otra, pero no sabemos expresar esas diferencias con palabras(excepto los sumilleres que usan referencias conocidas, regaliz, roble, etc, y aún así se quedan muy cortos en las descripciones).

La palabra es esencial para procesar los recuerdos, por eso no es habitual tener recuerdos antes de los dos años, cuando por fin tenemos ya un cierto vocabulario capaz de captar nuestras vivencias mediante el lenguaje. Y por eso es tan difícil de traer a la memoria voluntariamente un viejo olor conocido, porque no sabemos cómo evocarlo...

D

Aún tengo clavado en el encéfalo, el olor de un pedo mi novia

D

Un pedo no, pero no es la primera vez que yendo por la calle me ha dado un vuelco el corazón al sentir un olor que tengo asociado a alguien.
El olfato es probablemente el sentido más denostado y en consecuencia el más sorprendente (y a veces traidor).