Hace 11 años | Por Ddb a internacional.elpais.com
Publicado hace 11 años por Ddb a internacional.elpais.com

Después de una lucha de años, contra viento y marea, los familiares de las víctimas de las brutalidades del exgeneral Efraín Ríos Montt podrán ver este martes en el banquillo, juzgado por crímenes contra la humanidad, al hombre que marcó la segunda mitad del siglo XX en Guatemala. Tiene 86 años. Sin descartar aún que los abogados logren un nuevo aplazamiento con alguna treta legal, el juicio enfrentará a Guatemala con el espanto de la guerra contra los movimientos izquierdistas en los años 80.

Comentarios

Ddb

Voy a escribir largo. Viví casi cuatro años en Nebaj, el municipio principal del área ixil, una zona ubicada al norte del Departamento del Quiché en el altiplano guatemalteco, pura montaña, que dirían los chapines. En esa zona habitan principalmente mayas de la etnia ixil (o ixhil) y también, en menor medida, quichés. Ríos Montt, un hijo de la gran puta sin paliativos, se irá de rositas de este juicio, y morirá, como la mayoría de hijos de la gran puta que no pierden el poder de forma violenta, tranquilo en su cama rodeado de los suyos, sus hijos, sus nietos, sus fieles..., que todavía los tiene, y muchos. Ríos Montt, como su predecesor, Romeo Lucas, que murió gagá pero tranquilamente en su cama cobijado por la Venezuela de Chávez (¡Qué gran ironía!) fue el artífice de las políticas de tierra arrasada, políticas amparadas por Reagan y sus asesores especializados en gestionar su patio trasero. Nebaj fue el único Municipio de Guatemala ocupado por el EGP (Ejército Guatemalteco de los Pobres), la guerrilla izquierdista. Sólo fueron unas pocas horas,en 1978, las columnas de la guerrilla volvieron a retirarse a las inaccesibles montañas, pero el pueblo ixhil lo pagó muy caro. En los años posteriores, tanto Lucas como Montt centraron sus esfuerzos en acabar con toda la población civil de la zona que les pareció sospechosa de apoyar a la guerrilla, prácticamente todos los campesinos que vivían en las aldeas de las montañas y cientos de habitantes de los tres Municipios de la zona: Nebaj, Cotzal y Chajul. Miles de campesinos mayas, ixhiles y quichés, la mayoría mujeres y niños fueron masacrados por los cuerpos de élite del ejército Guatemalteco, los kaibiles, tan hombres ellos, tan machos... llegaban de madrugada a una aldea, la rodeaban y una vez allí se dedicaban a lo que seguramente mejor saben hacer los militares: violaban a la mujeres, estampaban a los bebes y niños contra el suelo para no gastar balas y luego reunían al resto, los encerraban y los quemaban vivos o les hacían cavar un hoyo y los mataban a machetazos para luego enterrarlos y borrar los rastros de la masacre. He visto excavar estos hoyos, he visto sacar decenas de esqueletos de ellos, la mayoría de inocentes patojos (niños)y de mujeres, he visto llorar a los viejos que sobrevivieron al recuperar los huesos de los suyos: sus padres, sus hermanos, sus hijos, y poder así comenzar un proceso de duelo e intentar, no olvidar, porque eso es inolvidable, pero sí descansar un poco de tanto dolor e incertidumbre. Todos los ixhiles, quichés y ladinos de la zona con los que trabé amistad tienen historias tan jodidamente terribles que no pueden contarse, no pueden, de verdad, sobrepasan casi todo lo imaginable para alguien que, mientras ocurría esto, era un niño que vibraba con el Mundial 82, Naranjito y Limoncete (¿O era Citronio?).

Pues bien, treinta años más tarde de que sucediera todo esto no hay nadie condenado por ese genocidio, nadie. Parece que van a sentar a Montt ahora en el banquillo, pero no pasará nada, seguro, seguro. A los buenos, que somos más, nos queda perseverar en la lucha contra las injusticias, no olvidar, difundir, recordar, señalar a los culpables e intentar que, en un futuro, todos estos hijos de puta no mueran en su cama.

Salud y lucha.