Hace 5 años | Por aiounsoufa a elconfidencial.com
Publicado hace 5 años por aiounsoufa a elconfidencial.com

En redes sociales, una de las cosas que más han llamado la atención a algunos internautas es que los pasajeros del Aquarius exhibían teléfonos móviles al poner los pies en la dársena.Para los africanos, los teléfonos móviles han dejado de ser un lujo para convertirse en una necesidad de primer orden, mucho más cuando se embarcan en un proceso migratorio de varios años. Lo demuestra así la icónica fotografía de John Stanmeyer que ganó el World Press Photo en 2014.

Comentarios

A

#3 Lo que todos sabemos, son emigrantes económicos.

D

#3 Es muy complicado so que dices. Como intento que haya estabilidad y desarrollo en sus paises? La capacidad que tenemos de influir en nuestros propios politicos es baja como para influir en los de otros paises

Am_Shaegar

#6 Habría que intervenir militarmente en ellos. Pero para dar estabilidad de verdad, no para joderlos, como ha sido hasta ahora.

D

#10 Veo casi imposible convencer al electorado de ello. No creo que tarde alguien en venir a llamarte colonialista o fascista.

Estoy bastante en contra de intervenir en otros paises. Seria una solucion pragmatica, eso si

Am_Shaegar

#13 Está claro que con el dinero que se está enviando para los países del África subsahariana, no estamos consiguiendo nada.

El otro día, leí un comentario de un compañero que decía que se estaba enviando allí tanto dinero como el PIB de varios países.

Por lo que entiendo que ese dinero no está siendo bien aprovechado o cae en manos equivocadas.

¿Qué nos queda? : Echar del poder a los caciques y derrotar militarmente a los señores de la guerra. Administrar donde no se sabe administrar.

También se me ocurre que habría que auditar a las ONG's que operan allí. Visto lo que está pasando en el Mediterraneo, que hacen de intermediarios con las mafias, creo que les interesa que haya miseria para poder seguir funcionando.

D

#3 los que se quedan alli no tienen moviles?

carademalo

#16 Pues no lo sé. Si te digo la verdad, no sé qué importa eso. Teniendo en cuenta que en gran parte de África las conexiones a internet son bastante malas y que la cobertura de telefonía por cable tampoco es que sea una maravilla, que tengan móvil me parece lo normal si uno quiere hablar con la familia. Me parece algo irrelevante, venidos al caso.

D

#18 pues eso mismo pienso yo. Irrelevante. Pero hay mucha gente por ahi que busca cualquier detalle para satisfacer sus prejuicios.

imagosg

Minimizar y ningunear muchas situaciones de pobreza y miseria echandoles en cara que tienen movil o que un dia les vieron con un Televisor moderno, es ridículo y absurdo.
Como si tuvieran que suplicar de rodillas, en pelotas y con las costiilas marcadas para que reaccionemos.
Me parecen aegumentos de gente miserable.

c

Es que no se trata de que tengan o no móvil: si están en el barco es que se han podido pagar un pasaje que las mafias no cobran barato.

Los pobres que no tienen nada no pueden subir al barco, ni con móvil ni sin él.

D

#8 mayormente toda una familia paga un pasaje.

Con el dinero de 10 o 15 pobres pagas un pasaje, el que llega puede trabajar y pagar el de su mujer o sus padres despues.

Pero en serio, a tenor de algunos comentarios de por ahí, esta claro que da igual, toda la mierda que se quiera lanzar sobre esta gente inopinadamente, se va a lanzar. Hay gente que no tiene otra cosa que hacer, mas que odiar y prejuzgar.

cromax

Vaya novedad. En India hay millones de personas sin electricidad en su casa o que ni siquiera tienen casa pero que, sin embargo, tienen móvil.

Am_Shaegar

#4 ¿Y cómo cargan el móvil?

cromax

#11 Vas y lo ves en persona.
Coñas aparte alucinarías. Barbería con enchufe, un chai por un precio ridículo y un ratito de carga.... Pero es que te puedes ir a Mozambique y el fenómeno es igual.

M

Habrá que ver la calidad de los teléfonos móviles.

D

La esquizofrenia que está de moda: un smartphone es sinónimo de riqueza.

Smidur

Ya están abandonando los centros, no regresaron muchos a la hora de la cena. Ya se están paseando por nuestro territorio sin intención de pedir asilo ni volver a los centros de refugiados.... Más inmigrantes ilegales paseando por nuestras calles. Enhorabuena Pedrito....

meso

Relato extraído de Facebook, enlace al final, vale la pena leerlo:

Tienes 29 años, una mujer, dos hijas y un trabajo. No vives mal. Puedes incluso permitirte algunos lujos y vives
en una casita en la ciudad.
De pronto la situación política de tu país cambia y unos meses más tarde tienes a unos soldados plantados
delante de tu casa. Y delante de las casas de tus vecinos.
Dicen que si no luchas por ellos, te disparan.
Tu vecino se defiende.
Un tiro. Ya está.
Escuchas cómo un soldado le dice a tu mujer que abra bien las piernas.
No sabes cómo, consigues librarte de los soldados por esa vez y pasas media noche reflexionando sobre ello.
De repente escuchas un impacto. Tu casa ya no tiene salón.
Corréis fuera y veis que toda la calle está devastada.
No queda piedra sobre piedra.
Metes a tu familia en casa y corres al lugar en el que estaba la casa de tus padres.
Ya no está. Tus padres tampoco.
Rebuscas y descubres un brazo con el anillo de tu madre en el dedo. Del resto de tus padres no encuentras ni
rastro.

«¡¡Pero si estos que buscan asilo viven rodeados de lujos! ¡Smartphones, ropa de marca y esas cosas!!»
...
Ya no piensas más. Corres a casa y gritas: tu mujer debe abrigar bien a las niñas. Coges una bolsa pequeña, ya
que no podéis cargar más durante la huída, y metes lo indispensable. Solo caben dos mudas por cabeza en la
bolsa.
¿¿Qué te llevas??
Echas un último y rápido vistazo a lo que ha sido tu hogar, construido con esfuerzo y amor. Probablemente no
volverás a ver tu casa nunca más.
Ni a tu familia, ni a tus vecinos, ni a tus amigos, ni a tus compañeros de trabajo...
¿Cómo vas a mantenerte en contacto con ellos?
Inquieto, tiras tu smartphone junto con el cargador en la bolsa.
Junto con las dos mudas por cabeza, un poco de pan y el peluche favorito de tu hija pequeña.

«Pueden costearse el viaje. ¡Pues no serán tan pobres!».
...
Como se veía venir, habías reunido hasta el último céntimo que tenías.
Los ahorros de tu vida.
Gracias a tu relativamente bien pagado trabajo.
El viaje cuesta 5.000 euros por cabeza.
Tienes 15.000. Si tienes suerte, vais todos. Si no, te tienes que separar de tu mujer.
La quieres y rezas para que os lleven a todos.
Si no antes, ahora estás completamente arruinado y no tienes nada. Sólo a tu familia y la bolsa.
La huida hasta la frontera del país dura dos semanas a pie.
Tienes hambre y hace una semana que apenas has comido nada. Estás débil, igual que tu mujer. Pero lo
importante es que las niñas tengan bastante.
Se pasan llorando las dos semanas.
La mitad del tiempo tienes que llevar a tu hija pequeña en brazos. Sólo tiene 21 meses.
Tras dos semanas, llegáis al mar.
En mitad de la noche os cargan en un barco junto a cientos de otros refugiados.
Tienes suerte. Toda tu familia puede subir a bordo.
El barco está tan lleno que amenaza con volcar.
Rezas porque no os ahoguéis.
La gente a tu alrededor llora, grita.
Unos niños han muerto deshidratados.
Los contrabandistas los tiran por la borda.
Tu mujer está sentada apáticamente en una esquina. Hace dos días que no bebe nada.
Cuando se ve la costa, os reparten en botes.
Tu mujer y la pequeña en uno, la mayor y tú en el de al lado.
Os exhortan a permanecer en silencio, para que nadie os oiga llegar.
La mayor lo entiende.
La pequeña en el bote de al lado no. No para de llorar.
Los demás refugiados se ponen nerviosos. Le dicen a tu mujer que haga callar a la niña.
No lo consigue.
Uno de los contrabandistas coge a tu hija, la arranca de los brazos de tu mujer y la tira por la borda.
Tu saltas inmediatamente a por ella, pero no consigues verla.
Nunca más.
En tres meses hubiera cumplido dos años.

¿¡Todavía no tienen suficiente?! ¡Aquí lo tienen muy fácil y se les da todo hecho!»

Ya ni te explicas como tú, tu mujer y tu hija mayor habéis conseguido llegar al país que os ha acogido.
Todo está como entre algodones. Tu mujer no ha vuelto a hablar desde la muerte de vuestra hija.
La mayor lleva desde entonces el peluche de la pequeña bajo el brazo y se muestra completamente apática. Ni
todos los psicólogos del mundo podrán lidiar su trauma, piensas sin poder contener las lágrimas.
Pero debes aguantar. Casi habéis llegado al punto de acogida.
Son las diez de la noche. Un hombre, cuyo idioma no hablas, os lleva a un pabellón con camas plegables.
Están unas pegadas a las otras. Hay 500.
En el pabellón el ambiente es pesado y ruidoso.
Intentas orientarte. Entender qué quieren de ti las personas que están ahí.
Pero realmente apenas te tienes en pie.
Realmente casi deseas que te hubiesen disparado.
En lugar de ello, sacas tus pertenencias.
Solo dos mudas por cabeza, y tu smartphone.
Y entonces pasáis la primera noche en un país seguro.
A la mañana siguiente os reparten ropa usada.
Incluso hay ropa de marca entre las donaciones. Y un juguete para tu hija.
Recibes 140 euros. Para todo el mes.

“¡Si aquí están seguros! ¡Deberían alegrarse!”

Fuera, en el patio, vestido con tu ropa nueva, levantas tu smartphone y buscas cobertura.
Necesitas saber quién sigue con vida en tu ciudad.
Entonces pasa un “ciudadano preocupado” y te regaña.
No entiendes por qué. Entiendes algo de “¡vuelve a tu pais!”.
Fragmentos de “smartphone” y “dártelo todo hecho”.
Alguien supo traducirlo.

Y ahora dime: ¿qué sientes y qué tienes?
La respuesta a ambas preguntas es: “¡NADA!”
RELATO PARA COMPRENDER - Ramiro Duce

https://m.facebook.com/story.php?story_fbid=10155334375185614&id=699135613&ref=content_filter

Peachembela

los más pobres entre los pobres