Hace tiempo que los científicos conocen que existe una relación entre el estrés de larga duración y la debilitación del sistema inmunológico y, como consecuencia, la propensión a sufrir algunas enfermedades. Sin embargo, poco se sabía hasta ahora de cómo funcionaba ese vínculo entre el estado anímico y el estado físico. Al parecer, todo depende de la cortisona, y que, si su presencia se prolonga durante mucho tiempo en la sangre, desencadena un proceso en el organismo que propicia el envejecimiento celular.
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