Hace 12 años | Por Soriano77 a periodismohumano.com
Publicado hace 12 años por Soriano77 a periodismohumano.com

Se llama Sakher y tiene siete años. Su padre y su abuelo lo llevan de la mano por las calles del campo de refugiados de Jelazoun (Cisjordania, Palestina). Nunca ha visto un circo, y hoy toca estrenarse. “En mis tiempos, en Lydda (Lod), iban malabaristas y saltimbanquis de vez en cuando… Hace media vida que no los veo“, dice el abuelo. No ha habido lugar para la magia del circo en este campo con 11.000 almas, asfixiado por la falta de alcantarillado y el hacinamiento en las escuelas, a siete kilómetros al norte de Ramala, tan cerca y tan lejos..

Comentarios

Soriano77

Me gusta el principio del único comentario a la noticia:
Todos los muros terminan derrumbandose… y las injusticias construidas en alto como templos que tocan el cielo, tienen una base frágil y debil, por eso siempre terminan dejando paso a las justicias… los palestinos terminaran ganando la paz en su tierra aunque se tarde en conseguirlo.
Ojalá sea así

D

Los circos son una tortura

D

La gente de Bart.