Ojo-Spoilers!!! 300

300, la película. O la has visto o recuerdas alguna imagen. Esos aguerridos espartanos bajo cielos apocalípticos. Casi héroes mitológicos. La realidad es que la cabeza del último rey de lo que fue Esparta como dominio, terminó clavada en una pica, por los persas. Y estuvo bien.

La razón es que Esparta era un poco especial dentro de las polis griegas, “cuna de la civilización”, se suele decir, aunque más bien era el lecho de la barbarie y en cierto modo análogo a lo que tenemos hoy.

Decía que era especial porque, a modo muy diferente de las legendarias murallas de Troya, los espartanos se jactaban de ser ellos mismos las murallas de su ciudad. Hombres fuertes dedicados por completo a la guerra, sólo podían ser soldados. ¿Cómo es posible una sociedad así? Sometiendo a otro colectivo para realizar las tareas productivas, en forma de castas.

Un poco como el mafioso que cobra por su protección, quién sabe, quizás gustara por eso en Hollywood la idea o tal vez por alguna otra razón.

Y aquí es donde 300 parece estar, de un extraño modo, en el mismo universo (el de Hollywood, a la postre) que La purga. Esa “noche de las bestias” donde todo vale.

Es curioso porque algo así hacían los espartanos con sus sometidos, los ilotas. Cada año, en una forma se diría que casi ritual, celebraban la Krypteia. Las diferentes fuentes la describen de diferentes maneras, pero no es muy difícil, dada la situación de partida, imaginar las razones que le daban forma y por lo tanto su forma en sí.

Entre el ritual iniciático, la experiencia de supervivencia, la maniobra militar y la partida de caza, en resumen, el abuso constante hacia los ilotas en el que seguramente se aprovechaba para liquidar cualquier contestación.

Héroes. De su tiempo, por supuesto. De la barbarie. 4 siglos duró hasta que mejores razones se impusieron.

Resulta perturbador ver algunos capítulos de la historia evocados en la gran pantalla del modo en que se ha hecho. Y ver que dos películas tan dispares en principio, a la postre forman parte del mismo relato.

Me pregunto qué pensarían los ilotas de los persas.

El enemigo de mi enemigo… Al final estaremos aún peor… A mí con que no nos purguen cada año, me vale… Al final lo único que cambia es quien cobra los impuestos… No sé, tal vez los vieran incluso como bestias. Tal vez el progreso retrocede cuando avanza por caminos equivocados.