Aristóteles dijo que la duda es el principio de la sabiduría, y tal vez haya asuntos que no cambian con los milenios. Así que, tal vez dudando un poco, nos podamos hacer algo más sabios. Y para dudar deberíamos hacernos algunas preguntas encontrando algún buen hilo del que tirar.
Por ejemplo, ya que estamos con la actualidad de Ucrania, ¿por qué demonios se le ocurre a Kruschev cederles la península en 1954? Se pueden encontrar varias respuestas poco satisfactorias:
Contentar a los ucranianos, favorecer su economía, testear su oposición…
En mi opinión nada justifica algo tan extravagante y que posteriormente ha resultado en un rompecabezas tan endemoniado, lo que apunta a que la decisión de Kruschev difícilmente fue un inocente acto azaroso.
Partiendo de un cierto contexto fruto de análisis anteriores, se me ha ocurrido buscar si Kruschev, en la wiki transliterado como Jrushchov, tuviera algún vínculo conocido con la masonería o similar que se proponía vinculada a ciertos intereses judíos, como se comenta en este artículo recordando la tan cacareada conspiración judeo-masónica en tiempos del franquismo:
www.meneame.net/m/Los12monos/conspiracion-judeo-masonica
Nada evidente en cuanto a Kruschev comparado con otras figuras con vínculos bien conocidos aunque seguramente anteriores, tampoco es algo de extrañar dada su posición, aunque sí pueden aparecer algunas notas significativas repasando su trayectoria.
Siguiendo esa vía es como aparece la conexión con Stalin y el llamado “complot de los médicos”, la historia va más o menos como sigue, y adelantar que por muy comunista que uno sea, qué duda cabe que los métodos de Stalin pertenecen a su época, si no a alguna anterior, además de toda la propaganda en contra que se ha vertido sobre él, pero veamos el caso:
Sobre finales de 1952 o principios del 53 Stalin recibe una carta de la doctora Lidia Timashuk, una especialista del Policlínico del Kremlin según la wiki. En ella se le advierte de un complot de médicos judíos, entre ellos su médico personal, Vladímir Vinográdov y a otros 8, que presuntamente estarían “recetando tratamientos inadecuados a altos mandos del Partido y del Ejército, a fin de acabar con sus vidas”.
es.wikipedia.org/wiki/Iósif_Stalin
Según el mismo artículo “A partir de 1950, la salud de Stalin, que ya tenía setenta años de edad, empezó a desmejorar. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró. Vladímir Vinográdov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda. Vinográdov propuso un tratamiento a base de medicamentos o inyecciones y recomendó a Stalin que abandonase o al menos redujese sus funciones en el Gobierno”
Y Stalin, que si de algo le ha quedado fama es de no temblarle el pulso, menciona el artículo que decidió “reanudar sus purgas”. Si algo más ha quedado vinculado a la figura de Stalin es esa paranoia, pero como el saber popular bien reconoce, que uno esté paranoico no excluye que le estén siguiendo.
El resultado es fácil de imaginar, de los nueve médicos 2 muertes y siete… “confesiones”, a saber.
Su secretario privado “desaparece”… su jefe de guardaespaldas… Este tipo de purgas internas son delicadas ya no por el carácter de las medidas adoptadas si no por los efectos sobre el entorno.
Desde luego debió purgar a más de uno que sólo “pasaba por allí”, extremo que debió irritar a Kruschev, quien ya en 1939 afirmó:
"Camaradas, debemos desenmascarar y destruir sin descanso a todos los enemigos del pueblo. Pero no debemos permitir que un solo bolchevique honesto sea perjudicado. Debemos llevar a cabo una lucha contra los difamadores."
es.wikipedia.org/wiki/Nikita_Jrushchov
O quién sabe, tal vez estuviera ya tratando de cubrirse las espaldas, en cualquier caso parece que Stalin no se equivocaba del todo.
El hecho es que la noche del 28 de febrero 1953, y justo ayer se cumplieron 72 años, se celebra una reunión con su círculo interno en la que “cinco hombres vieron una película y después disfrutaron de una tardía cena”.
Adelanto aquí que no es objeto de estas líneas valorar conductas y decisiones desde un punto de vista ético o moral, más bien de plantear una aproximación realista y consistente a los hechos.
De lo que no hay duda es que Stalin al día siguiente de esa “cena tardía” sufre un accidente cerebrovascular que le deja en un estado que apenas le permite hablar.
“El día 4 aparentó una súbita mejoría y una enfermera comenzó a darle de beber leche con una cuchara, lo que hizo que el enfermo señalase un cuadro que había sobre la cabecera de su cama, donde una niña daba leche a una oveja. En ese momento, sufrió un nuevo ataque y entró en coma.”
.../...
“En un momento dado recobró la consciencia y abrió los ojos a medias. Al ver rostros conocidos señaló lentamente hacia la pared. Todos miramos hacia donde había señalado. En la pared había una fotografía de una niña dándole leche a un cordero con un cuerno. Con el mismo movimiento lento de su dedo, Stalin señaló hacia sí. Fue lo último que hizo.”
En mi opinión lo último que hizo Stalin es señalar que le habían envenenado. Otra vez.
Si realmente era tan peligroso para su entorno debido a su estado de paranoia y su posición de poder es difícil de juzgar los motivos últimos, pero un episodio interesante es la conocida como “noche de los poetas asesinados” que viene a ilustrar su desencuentro con el sionismo, al que pareció aprobar en primera instancia.
Por supuesto, dada su edad, pudo ser perfectamente resultado de su estado de salud. Incluso la carta recibida avisando del “complot médico” pudo responder a la necesidad de hacer hueco para los que sí querían atentar contra su vida o garantizar la ausencia de personal médico.
Pero viendo la mejora del día 4 y la recaída, bueno, tal vez valga la pena valorar la posibilidad de que realmente lo envenenaran. Y aparte de la enfermera, ¿quiénes compartieron esa “cena tardía” del 28 de febrero, seguramente en la penumbra típica de una sesión de cine? Pues hagamos rápido el Cluedo:
Bulganin, Beria, Malenkov...y sí, Krushev. El mismo que el día 5 de marzo les espeta a los enfermeros que tratan de reanimarlo una vez más, ya sin éxito: «Basta, por favor… ¿No ves que está muerto?». Y después “fue relevado de sus funciones como líder del partido de Moscú para concentrarse en tareas no especificadas en el Comité Central del Partido”, lo que suena un poco a apartarse del asunto. Esperemos que no se le encargara la investigación del deceso.
Nada es prueba y todo es indicio, pero el caso es que es el mismísimo Kruschev el que finalmente se hace con la riendas de la URSS sustituyendo a Stalin.
Y a los escasos meses de tomar el poder, que fue en septiembre del 1953, se adopta la, para mí, muy extraña resolución por la que se cede Crimea a Ucrania, el 19 de febrero del 1954. Se diría que con muchísima celeridad para una decisión de notable calado, o al menos lo ha sido a la postre.
Desde luego su hijo, que debe vivir aún, cuenta otra cosa, y ni siquiera, de no ser así, tendría por qué saberlo:
noticiaslatam.lat/20170905/razon-cesion-peninsula-crimea-1072107478.ht
Aún con todo, viendo los detalles, me parece mucho más verosímil el escenario alternativo que se plantea. Y sí, sé que Kruschev creció en Ucrania y aún habiendo nacido en Kursk (y participado en la famosa batalla, por cierto), se podría decir que era ucraniano de adopción. Y que las purgas ordenadas por Stalin debían hacer temblar a propios y extraños. Aún con todo, nada que no sea disponer de información o instrucciones precisas cierra la cuestión de forma satisfactoria en mi opinión.
Así que, a escasos días del aniversario de la muerte de Stalin, sobre el que seguramente muchos opinen que “tanta gloria lleve como paz deja”, parece interesante interrogarse sobre su deceso. Y por la imagen que ha dibujado de él la historia contemporánea, tal vez muchos se sorprendan al oír las palabras con las que dio cierre al congreso del PCUS en octubre del 52: ¡Abajo los fomentadores de la guerra! Me temo que en eso tengo que estar con Stalin.
Y es doblemente oportuno el momento para la reflexión aportada ya que hace poco me han llegado ecos de rumores acerca de que el mismísimo Trump habría sido captado en algún momento por la inteligencia sovié… rusa, supongo, no sé. Y uno piensa: ¿a quién podría ocurrírsele semejante cosa? Pues ya ve usted, a alguien que conociera el caso de Kruschev, por ejemplo. En cualquier caso no sería Stalin el primer mandatario eliminado por su sucesor, más bien se podría catalogar de constante histórica.
Y podríamos ahondar en la trayectoria de Kruschev, en su dinámica más aperturista, en su viaje a EEUU y su encuentro con Nixon, pero tal vez lo mejor sea remitirnos a sus propias palabras, sin descontextualizarlas pero tratando de leer entre líneas a la persona tras ellas:
historiahoy.com.ar/el-tragico-final-kruschev-n4292
«También yo me contagié de Stalin, pero luego me liberé de él, no como ustedes.»
«Hay que desenmascarar a los criminales.» Recordó a un hombre que había sido un buen historiador y a otro que trabajaba para la Internacional Comunista: «Stalin fusiló a los dos (…). ¡Fueron tantos los enviados a la muerte! ¡Tantos de mis amigos fueron ejecutados, todos dedicados fuera de toda duda al Partido! ¡Tantos murieron a manos de Mao en la Revolución Cultural! ¡A manos de Mao y de Stalin, de los dos!
¡Y de Kruschev! También debía de estar pensando en su propia complicidad, cuando rogó a Pelshe: «Arréstenme, por favor, fusílenme. Estoy harto de la vida, no quiero vivir. Hoy la radio informa de la muerte de De Gaulle. Le envidio. Quizá la citación de hoy me ayude a morir antes. Quiero morir honrado. Tengo 70 años, estoy en mi sano juicio y respondo de mis palabras y actos. Estoy dispuesto a acatar el castigo más grave, hasta la pena de muerte. Estoy dispuesto a morir en la cruz, que traigan los clavos y el martillo. No hablo por hablar, lo deseo. Los rusos dicen que no hay forma de evitar la súplica y la prisión. Yo siempre estuve en el caso opuesto. A lo largo de mi carrera, nunca me tocó ser el interrogado. Tengo los brazos manchados de sangre hasta los codos; es lo más terrible que me pesa en el alma.»
¿Pudo un hombre apesadumbrado por la culpabilidad “encargarse” del hombre al que en su fuero interno responsabilizara de haberle involucrado en decisiones límite? En el 36 se diría que Kruschev era un ferviente stalinista, a juzgar por sus palabras:
"Todo aquel que se regocija con los logros alcanzados en nuestro país, las victorias de nuestro partido dirigido por el gran Stalin, encontrará solamente una palabra adecuada para los perros mercenarios y fascistas de la pandilla trotskista-zinovievista. Esa palabra es la ejecución."
Tres años después, por las declaraciones ya citadas, parece haber dado un giro dramático en su fervor, a ojos de hoy, e incluso puede que de entonces, a todas luces desmesurado.
Sin olvidar los tiempos que les tocó vivir y las intrigas de las que estuvieron rodeados.
¿Podría haber actuado guiado por intereses más allá del propio, con conocimiento preciso o sin él? ¿Haber sido influido o manipulado? Es conocida su sensibilidad aperturista comparado con otros dirigentes, hasta el punto de tildar sus políticas como “deshielo”. ¿Más allá de valoraciones políticas, estratégicas o éticas, de dónde provenía exactamente esa influencia?
Quién sabe, tal vez esa afinidad fuera lo que salvara al mundo de un holocausto nuclear en la crisis de los misiles cubanos. A veces lo que nos salva es lo mismo que nos condena. En mi opinión existen suficientes elementos aquí presentados para concluir que es verosímil que Kruschev pudiera haber estado en contacto con ciertas esferas de la masonería, que hubieran conducido su decisión sobre Crimea, donde ya hubo una guerra en el siglo XIX, e incluso existe móvil, oportunidad, y presumiblemente medios para resultar en autor incluso material.
En este artículo se aborda la cuestión de esos “medios” y el papel que otro de los presentes en aquella velada, Beria, responsable de los servicios secretos y cuestionado por incompetencia en el “complot de los médicos” o “de las batas blancas”, pudo jugar:
www.lavanguardia.com/historiayvida/historia-contemporanea/20230305/879
Es curioso que hayamos llegado a un lugar tan parecido cuando yo venía de Crimea.