Una receta y una conclusión

Estaba yo echándole 600 gramos de harina normal, de la de supermercado, a un bol y armando un mini volcán (haciéndole un ollo dentro), para echarle luego una pizca de sal gorda, una pastilla de levadura fresca desmenuzada, un chorro de aceite de oliva (que es más recomendable) y, cuando empecé a servirme un vaso de agua tibia (no caliente, para que no palme la levadura fresca), le empecé a dar vueltas a esas cosas que le das vueltas cuando no te queda otra que ir removiendo la mezcla para que se conozcan los ingredientes.

En ocasiones es a las misma vida, a asuntos que hace diez años no eran más que ser un crío sin más aspiraciones que vivir tranquilo y feliz, entendiendo esos dos aspectos como tener algo de pelas para irme de cubateo con los colegas o pensar en la persona que me atrayese en aquellas fechas... Y ahora, que estaba amasando, me veía ya pa' casarme, con un piso en propiedad y cocinando pizza... Ya veis.

Total, que precinté con papel film (de ese que es de plástico trasparente, vaya) el bol, para que comenzará a subir la levadura y me acerqué a pillar un refresco, una birra y tomate triturado, que hace falta para hacer la salsa de una pizza Margarita. Pf, algún día os hablaré de mi amiga Margarita, pero eso es para otra receta.

A lo que iba, que mientras volvía esquivando charcos de comprar el tomate triturado (nunca uséis frito, usad el triturado y que se cocine), iba gestando un análisis rápido de la geo política, con Trump apuntando a los inmigrantes que ya no sé si son legales o ilegales o de Puerto Rico que ahora no quieren que esté en territorio Usaniano o algo así, Putin y su "si pero no" con parar la guerra y el que tenga que invertir europa en más armas y cómo unos dicen que sí, otros que no, y poco a poco pinta un tanto a jodida la situación del mundo a un medio plazo.

Así que subí para casa, puse a precalentar el horno y piqué en un vaso de batidora dos ajitos, unas dos cucharadas de orégano, el tomate triturado y un poco de aceite y, a la par, pensaba que por edad, igual en pocos años si se lía, me tocaría formarme militarmente porque nos huniéramos metido o nos hubieran metido en un percal y tuviésemos que "defender nuestra Patria".

He sacado del bol la masa, ya crecidita, y he ido amasando mientras pensaba en que llegado ese punto puede que ya tenga churumbeles por el piso y puede que sí que sea necesario que tenga que proteger el dónde vivimos, a nivel de estado.

Y, después de aplanar la masa y pasarla a un papel de hornear, y echarle por lo alto la salsa de tomate, metí en el horno la base de pizza para, mientras tanto, picar jamón cocido y mozzarella, reservando ambos ingredientes y liarme un cigarrito, que en la cocina me deja mi mujer.

Volví por un rato a lo de la posibilidad lejana pero a la vez amenazante de un conflicto internacional que nos metiera en el asunto y pensando en las palabras de una política europea (Von der Leyen, creo), que se reía en una entrevista cuando le preguntaban si enviaría a su hijo al frente en caso de haber una guerra. Y con todo su papo, respondía en esa entrevista que no, claramente.

Y ahí andaba yo, sacando la pizza, mientras rumiaba el asunto y el pensamiento. Le eché el queso y los trozos de jamón cocido y exilié de nuevo al interior del horno la pizza.

Estando como están las cosas, alguno que otro he leído en según que sitios que si Vis pacem, parabellum... Pero oye, ninguno expone un "Yo seré el primero que defienda mi hogar de una invasión, aunque para ello tenga que ir a miles de kilómetros de mi hogar, porque así no llegan acá". Cómo la Von der Leyen, ¿sabéis? Hay que proteger la patria, pero id yendo vosotros, que a mí me da la risa.

Saqué la pizza y la fui cortando, mientras algo agriado pensaba en lo de siempre: Los que más partidarios son a una guerra son los que menos terminarían queriendo ir a ellas, obviando Conans de la vida.

Y tras unos segundos, miré la pizza y negué en silencio antes de llevarla a la mesa.

Si me dan a elegir entre coger un fúsil para hacer la guerra o bajar por tomate triturado para hacer la cena, creo que gana la segunda.

Y pensar lo contrario para vivir en una trinchera, quizá, sea para darle una y dos vueltas a la sesera.