Creo que las mujeres han sido una parte fundamental de nuestros logros como sociedad. Si hoy en día, en occidente, gozamos de todos los lujos de los países del primer mundo (tecnología, sanidad, etc.), es, en buena parte, gracias a la labor de nuestras antepasadas. Por eso, en este artículo, voy a tratar de demostrar cómo la visión feminista del patriarcado es profundamente machista y deshumanizadora.
Kate Millet (autora clave del feminismo radical) en 1969 en Política sexual definía el patriarcado como un
Sistema de dominación masculina que facilita la opresión y la subordinación de las mujeres.
Por su parte, la historiadora feminista Gerda Lerner lo definió en 1986 como
La manifestación e institucionalización del dominio masculino sobre las mujeres y niños/as de la familia y la ampliación de ese dominio sobre las mujeres en la sociedad en general.
Si nos fijamos, se puede observar cómo el patriarcado va unido al concepto de opresión, dominio, subordinación de la mujer con respecto al hombre. Para Lerner el patriarcado (opresión femenina) se inicia en el Neolítico, esto es, el periodo entre el 6,000 a. C. y el 4,000 a. C., lo cual significa que las mujeres han estado oprimidas durante unos 8.000 años y es, recientemente, ya sea con el protofeminismo de la Revolución Francesa o el feminismo de la primera ola de las suffragettes, cuando han empezado a liberarse del yugo de la opresión patriarcal.
Supongamos por un momento que alguien nos contara la siguiente historia:
Imagina dos grupos del mismo tamaño (A y B). El grupo A ha estado oprimiendo al B durante 8.000 años. A este último grupo no se le permitía ni votar, ni estudiar, ni tener propiedades a su nombre, ni disfrutar de su sexualidad, ni tenía ningún tipo de autoridad, y, además, legalmente sus dueños eran los miembros del grupo A.
O bien que nos contaran este mismo relato de una manera más eufemística:
Imagina que hay una estructura de poder que se fundamenta en los roles de género, que durante 8.000 años ha otorgado beneficios al grupo A y opresión al grupo B. A este último grupo no se le permitía ni votar, ni estudiar, etc.
La pregunta sería: ¿Qué pensaríamos de estos dos grupos? Indudablemente, si a mí me preguntasen, respondería que los miembros del grupo A son unos miserables, gente sin empatía, egoístas y unos auténticos opresores; sin embargo, tampoco tendría una gran opinión del grupo B (siendo este la mitad de la población), pensaría: si este grupo ha estado oprimido durante 8.000 años, o bien ha sido poco inteligente (porque ha permitido que el grupo A maneje el cotarro a su antojo en su propio beneficio) o bien han sido tan débiles e incapaces que no ha sido hasta hace cuatro días que han podido dar los primeros pasos para empezar a liberarse de esta opresión.
Creo que huelga decir que, en este relato, el grupo A son los hombres y el grupo B son las mujeres, y que, de manera indefectible, te conduce a esta conclusión: los hombres han sido unos miserables y las mujeres seres débiles e incapaces. Es decir, por un lado, tenemos un odio legítimo al hombre o a lo masculino y, por el otro, un auténtico ejercicio de machismo al considerar a la mujer como un ser que, en buena parte de su historia, ha sido alguien secundario, pasivo, resignado a ser un mera oprimida, sin valentía, sin inteligencia ni capacidad de salir de su situación hasta que llegaron las feministas al rescate (afirmación que suena un tanto narcisista, pues parece que la mujer no hubiese sido nada sin ese grupo reducido de mujeres feministas que las salvaron).
¿Os dais cuenta de cómo suena esto? Yo me niego a pensar de esta manera. ¿Os imagináis que nuestros antepasados (hombres y mujeres) levantaran la cabeza y escucharan estas cosas? ¿Cómo se sentirían esas mujeres al verse reducidas a simples oprimidas? ¿Cómo se sentirían esos hombres al verse completamente deshumanizados?
Ante esta visión un tanto contraintuitiva del relato feminista, podría argumentarse que también las personas de raza negra han sido esclavizadas y no por ello eran seres incapaces. Pero esta analogía no me parece válida, básicamente porque no todas las personas de raza negra han sido esclavos, pero sí todas las mujeres han estado oprimidas (en el relato feminista); los negros también han sido esclavistas; los blancos también han sido esclavizados en determinados momentos de la historia; y, nunca un amo llegaría a dar la vida por su esclavo, pero sí un hombre llegaría a dar la vida por una mujer (como ocurrió en las guerras o en el desastre del Titanic).
Sinceramente, creo que la visión que el feminismo ha dado a entender del concepto de patriarcado es profundamente injusta con ambos sexos. El patriarcado supuso un avance para la humanidad. Eso no quiere decir que en él no pudiesen ocurrir cosas malas (a mujeres y a hombres), o que el sexismo nunca existiese. Por supuesto que sí. Pero si hoy en día, cuando miramos a nuestro alrededor, podemos gozar de todo lo que tenemos (un hogar en el que podemos tener calefacción, agua corriente, conexión a internet…; un desarrollo de la medicina que nos ha alargado nuestra esperanza de vida; una educación básica garantizada; etc.) es gracias a que nuestros antepasados se organizaron como lo hicieron, porque, si hubiese sido de otra forma, quizás ahora mismo todavía deberíamos estar temiendo que nos atacase un oso cada vez que saliésemos a la calle.
Por eso, como diría Daniel Jiménez (autor de Deshumanizando al varón), la relación entre hombres y mujeres nunca ha sido de explotador y explotada, sino más próxima a una relación entre padres e hijos. A un esclavo se le pone limitaciones por el bien del amo, a un hijo por su propio bien (y aunque la autoridad formal la detentase el varón, las mujeres podían ejercer otras formas de poder que equilibraban la relación entre ambos sexos). Por ejemplo, como señala Jiménez:
En la Guerra Civil estadounidense la Confederación prohibía a esclavos y mujeres unirse al ejército como soldados. La prohibición inicial para los esclavos se debió, entre otros factores, al temor a una rebelión. La misma prohibición para la mujer libre se basaría, por el contrario, en un deseo de protegerla, fuera o no dicha protección solicitada, que en este caso (como en muchos) lo fue.”. Termina Jiménez: “la mujer en esta situación no se encontraría sometida sino protegida. Una protección que, eso sí, podía ser restrictiva e injusta, ya que no se basaba en una decisión individual, pero no podemos ignorar que la solicitud de protección y provisión por parte de las mujeres fue infinitamente más frecuente que la solicitud de una mayor libertad o la emancipación con respecto al sexo masculino hasta tiempos recientes.
Me gustaría dejar claro algo porque no quiero que se me entienda mal: no estoy diciendo que las mujeres no tengan y hayan tenido problemas. Por supuesto que sí. Estoy diciendo que el relato feminista del patriarcado es injusto y desvaloriza los sacrificios que hicieron ambos sexos. En cierta forma me recuerda a esos hijos mimados, sobreprotegidos y exigentes que solo critican a sus padres y no son capaces de valorar lo que estos han hecho por ellos.
Finalmente, me gustaría concluir diciendo que no se puede juzgar el pasado con los ojos del presente. A día de hoy podemos echar la vista atrás y observar multitud de acontecimientos y acciones que no entendemos, pero eso no significa que no tuvieran un sentido, fueran funcionales en su época y, hasta cierto punto, deseables por ambos sexos. Por lo tanto, no podemos proyectar en nuestros antepasados nuestros prejuicios del presente. Como diría Xeno Shenlong:
La historia de la civilización humana no es una historia de lucha entre sexos, sino de cuidado mutuo, especialmente dentro de la familia.